La Cumbre de los Nobeles de paz

Luis I. Sandoval M.
07 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Quizá Colombia, de la que alguna vez se dijo que era el Tibet (país escondido) de Suramérica, sea ahora un tanto más visible cuando ha ganado positiva notoriedad con el fin de la guerra, el presidente Santos galardonado y la 16a Cumbre de Premios Nobel de Paz realizada en Bogotá la semana pasada.

Esta es la primera ganancia que se puede reconocer a esta Cumbre más allá del glamour que muestra logros y oculta dificultades, que exalta los méritos de unos y desconoce los de otros. Diversas las ganancias, todas importantes, que es preciso aprovechar para apuntalar el proceso aún no terminado.

Ya en los días siguientes al plebiscito del 2 de octubre de 2016 el otorgamiento del Nobel constituyó un factor coadyuvante para reafirmar la vigencia de los acuerdos y su defensa irrevocable, telón de fondo de la formidable movilización ciudadana, nacional e internacional, encaminada a apoyar los acuerdos y demandar su implementación.

Los hombres y mujeres laureados con el Nobel de Paz son personas valientes, curtidas en luchas y riesgos, que se hicieron acreedores al premio por su indomable voluntad de avanzar en medio de las más variadas dificultades. Por eso su palabra unánime al pueblo y autoridades de Colombia fue la de persistir sin desmayo en el empeño de la paz a pesar de la complejidad de las circunstancias.      

Lo expresó con singular claridad y energía José Ramos Horta de Timor (laureado 1986) en la instalación misma de la Cumbre. Luego lo escuchamos con acentos particulares en boca de Lech Walesa de Polonia (1983), Oscar Arias de Costa Rica (1987), Rigoberta Menchú de Guatemala (1992), Jody Williams de USA (1997), Lord William Trimble de Irlanda del Norte (1998), Shirin Ebadi de Irán (2003), Mohamed El Baradei de Egipto (2005), Tawakkul Karman de Yemen (2011), Leymah Gbowee (2011), Kailash Satyarthi de India (2014).

Prácticamente todos los laureados señalaron la gran amenaza que representan las primeras decisiones del Presidente norteamericano Donald Trump al respeto de la pluralidad, la abolición de la discriminación por sexo, raza, religión... en el mundo. Las autorizadas voces enfatizaron en que la vía de la paz es la democracia, auténtica democracia, libertad y equidad, que no se construye por dádiva de los gobernantes, cualquiera sea su sello político o ideológico, sino desde abajo por creatividad y fuerza de la ciudadanía movilizada. No caben aquí los ejemplos que ellos y ellas dieron. Especialmente impactantes fueron las intervenciones de las mujeres: Jody Williams, Shirin Ebadi, Rigoberta Menchú.

El Presidente Santos en la instalación y en el panel sobre Paz y Democracia hizo, justo reconocerlo, agudas observaciones sobre amor y miedo, sobre aprendizajes del proceso, solo falta que al acierto del discurso siga el acierto de los hechos. La esperanza del país y del mundo en el proceso de paz colombiano no puede frustrarse por incumplimiento o banalización de los acuerdos.

El encuentro de algunos de los laureados con dirigentes sociales y víctimas el domingo 5 de febrero en la Casa Campesina de Villa Javier fue un perfecto colofón de la Cumbre. La sociedad civil colombiana, tan rica pero tan frágil, tuvo la oportunidad de expresar sus temores, plantear sus iniciativas y pedir a los Nobel presentes que no abandonaran el interés en la paz de Colombia: “los necesitamos, les rogamos que no nos dejen solos, que no se suelten de la mano”.

Ellos respondieron reiterando su voluntad de solidaridad, dirigiendo un especial mensaje a la mesa Gobierno-ELN que se instala este martes 7 en Quito y planteando sin rodeos: si quieren triunfar tienen que unirse.              

@luisisandoval 

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar