Vivimos en un mundo que le busca explicación a todo. Es como una necesidad de responsabilizar a alguien o a algo por los resultados adversos. Pero ahí está el implacable juez interior que todos llevamos adentro, disfrazado de experto, queriendo convencernos de que tenemos la razón y si tenemos la razón entonces las derrotas duelen menos. Y si se trata de alguna actividad como el fútbol, en la que los que ponen la cara son otros, mejor. Nada más fácil que calificar a los otros.
Por ejemplo el otro día, cuando Tolima le empató a Millonarios en el minuto 89, llovieron las explicaciones. Que un equipo sin arquero no puede aspirar a ser campeón, que físicamente el equipo se queda en los últimos minutos, que esos jugadores son blanditos mentalmente, que no merecen vestir la camiseta de Millonarios y que lo barato sale caro, aludiendo a los pergaminos de la nómina del azul.
Pero hay cosas que sencillamente no tienen explicación. En ese partido Millonarios se “desconcentró”, si es que queremos llamar así a los presuntos errores que se cometen en un juego ejecutado por humanos avocados al error permanentemente, una sola vez ¡y le hicieron gol! Y eso que estamos hablando de uno de los mejores partidos que ha jugado el equipo en los últimos años. En cambio Tolima se “desconcentró” tres veces, una de ellas terminó en gol y las otros dos golpearon en los palos.
Por más que lo intente, ningún experto está en la capacidad racional de determinar quién se equivoca para dictar sentencia cuando una pelota pega en el palo. ¿Virtud del arquero? No. ¿Virtud del defensa? No. ¿Error de quien define? Tampoco. Porque esa pelota que pega en el palo bien puede entrar o salir. No hay nada que lo pueda explicar.
Recuerdo la final del mundial de Sudáfrica 2010 entre España y la entonces Holanda. Con el partido empatado cero a cero Arjen Robben quedó mano a mano contra Iker Casillas. El arquero se tiró para un lado y la pelota fue al otro, pero con los taches de los guayos logró desviar el balón increíblemente. No podemos hablar de virtud del portero, porque ya estaba jugado. El azar quiso que su zapato, no sus virtudes, evitaran que su rival se pusiera en ventaja y quedara cerca de ganar la Copa del mundo. En tiempo extra llegó el gol de Iniesta, una jugada ajena a lo que planeó su equipo que era elaboración, tenencia de pelota y progresión en bloque. Si algo había hecho bien Holanda hasta la prórroga era no dejar que su rival le hiciera daño. Nadie se explica por qué la pelota de Robben no terminó en gol, y eso hubiera cambiado todo.
No es buena ni mala suerte. Es imposible no equivocarse jamás, como también lo es acertar siempre. Así es la vida, hay cosas que no se pueden explicar.