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El eslogan de la “Paz Total” no pasa de ser un sugestivo título para convencer a la comunidad internacional. En el caso del proceso con las FARC, antes que terminar la guerra, la multiplicó y fundamentalmente ha servido para que la narcogerontocracia que cometió múltiples crímenes de lesa humanidad llegue al Congreso, les laven los delitos y los dejen llenos de plata, a espaldas de las regiones y de la base guerrillera que monta disidencias porque le hicieron conejo.
A todas estas, la transformación del territorio ha sido mínima. Al contrario, avanza un control territorial en manos de grupos criminales financiados con economías ilícitas, incubando una supuesta toma del poder por “voluntad popular”. De espaldas al pueblo y las regiones, insisten en un acuerdo nacional con el ELN, para que las élites de paz de izquierda, en conversaciones, busquen con su agenda oculta conducirnos a una constituyente que atornille a Petro en el poder, perpetúe su desgobierno y saque adelante una ley de punto final para limpiar su cloaca.
Contrasta esto con el deber ser de los diálogos territoriales, donde se tengan en cuenta su diversidad y problemáticas, y el pueblo realmente esté en el centro. Como ejemplo, miremos el caso de Nariño, que de paso es dirigido por un gobernador del Pacto Histórico. En su territorio están el EMC, la Segunda Marquetalia y el ELN, enfocados en una lógica de mercado de lo ilícito, no ideológica, luchando entre ellos por el control de rentas ilegales. Con 66.000 hectáreas de coca y 1,5 toneladas de oro mensuales mueven una renta anual de billones, siendo uno de los puertos centrales por donde salen las exportaciones ilegales y entran las armas que alimentan el conflicto. Junto con el Catatumbo, Bajo Cauca y Urabá-Choco, son los fogones principales de esta hoguera nacional; si queremos quitarle leños, debemos priorizar los diálogos regionales.
El gobernador de Nariño ha venido planteando un diálogo social amplio, con guerrilla y todos los sectores, para construir la paz, entendida como la transformación del territorio enfocada en inversiones y cambios concertados con las comunidades. Es interesante observar que grupos armados como el ELN hayan respondido a este diálogo regional por la paz.
Esta iniciativa de diálogos y transformaciones territoriales implica convertir a las regiones en protagonistas de su transformación y ha sido acompañada por 18 gobernadores que ven la necesidad de transformar sus territorios, entre ellos Atlántico y Antioquia, con la animadversión presidencial por esas regiones. Si queremos paz total en Nariño hay que acompañar al gobernador en su tránsito de LA IDEOLOGÍA A LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA, resolviendo conectividad, vías interiores, grandes proyectos productivos y, ojalá, impulsando obras como el puerto de Tumaco, salida al mar Pacífico para Brasil y Venezuela. Eso y no una réplica del acuerdo con las FARC, esta vez con ELN, en una negociación que, con otras intenciones, se hace a espaldas de las verdaderas necesidades territoriales.