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El fútbol y la tercera edad

Cartas de los lectores
01 de marzo de 2024 - 02:00 a. m.

Uno no deja el fútbol, eso es mentira, es al revés. Llega el día en que nos abandona la magia y terminamos haciendo el ridículo. Así, sin verlo venir, de buenas a primeras. Un domingo haces tres pases magníficos en los que pones a los delanteros solos frente al arco y al siguiente eres el hazmerreír de la gente. Y no hay nada que puedas hacer. Nada. El cuerpo se convierte en un juguete roto. No hay rodilleras que valgan ni inyecciones que sirvan. No hay sobanderos milagrosos. Nada funciona. Ni las cremas ni los ungüentos. Nada. Se nos viene la noche encima y empezamos a trasladarles la frustración al árbitro, a los compañeros, al dueño del equipo, a la administración pública, al destino.

El amor va y viene como las olas del mar.

La primera vez que intenté dejar el fútbol fue a los 30, con el equipo de la universidad que en ese momento estaba en Primera C. Relevo generacional. Un chico de 19 años me suplió en el puesto de guardameta después de haber vestido la número 1 por algunas temporadas. Me hicieron partido de despedida en el Alfonso López. Sentí algo de tristeza, pero entendía que era parte del proceso, los ciclos del deporte.

La segunda vez se produjo 13 años después, cuando me convencieron de ser parte del equipo de la empresa y accedí a jugar de defensa central durante el tiempo que duré en aquella institución. Recorte de personal. No hubo partido de despedida. Sentí algo de agobio, pero sabía que eran las fluctuaciones del mercado, los ciclos de la economía.

La tercera es esta, la definitiva, la que no quise ni pedí, la que me niego a aceptar, la que me tiene al borde de las lágrimas, la más dolorosa, la inapelable. Y preciso ocurre aquí, en la cancha Maracaná, la de mi infancia, aquella que conocí deteriorada cuando yo estaba reluciente; recuerdo que era inclinada, polvorienta, empedrada. Ahora el deteriorado soy yo, ella luce estupenda con su césped artificial, su cubierta en fibra de cemento y sus altas torres de iluminación. Todo vuelve al elemento que lo originó. Todo retorna. Aquellos que nos vieron llegar ahora nos verán partir. Son las leyes naturales del cosmos, los ciclos de la vida.

Ahora, con más de medio centenar de años a cuesta, me resigno a la desgracia, sucumbo a la tristeza, me aferro a la nostalgia. La vida es un partido del que siempre nos estamos yendo. Digo adiós a los domingos épicos, renuncio a la gloria efímera del gol, al sabor dulzón de la victoria. Tendré que resignarme con los terceros tiempos.

Si el universo me otorgara un milagro, si Lucifer o Dios me concediesen un último deseo, tan solo pediría tener la oportunidad de jugar, una vez más y en plenas condiciones, contra los malditos agrandados del barrio Santander.

Wilson Gutiérrez Ramírez.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

 

Exgordo(wv3t4)01 de marzo de 2024 - 04:32 p. m.
Excelente y más! Muchos pasamos por allí y las gradas del Campin nos recibieron por muchos años! Felicitaciones
Alvaro(31173)01 de marzo de 2024 - 03:29 p. m.
"La mente a estas alturas dicta o emite una orden, que físicamente el cuerpo y no puede cumplir"
Atenas(06773)01 de marzo de 2024 - 03:10 p. m.
¿Wilson, y con apenas 50 abriles y algo más encima, te sientes tan apachurrao?¡Hhuuummm! Atenas.
UJUD(9371)01 de marzo de 2024 - 12:06 p. m.
Excelente , Wilson, gracias.
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