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Tasajera y los ladrones

Catalina Ruiz-Navarro
09 de julio de 2020 - 05:15 a. m.

Esta semana, un camión con gasolina se volcó y explotó en la carretera Barranquilla-Santa Marta que atraviesa la Isla de Salamanca, en el corregimiento de Tasajera. Dejó —hasta ahora— 11 muertos y más de 50 heridos. Como ya es costumbre en Puebloviejo, varios de sus habitantes llegaron a saquearlo y, al querer robarse la batería, se produjo una explosión.

Desde entonces los comentarios en redes sociales han dejado ver una suerte de clasismo punitivista muy colombiano. Lo que se dijo, palabras más palabras menos, es que los habitantes de Tasajera saquearon el camión de gasolina no por las condiciones de precariedad extrema en que viven, sino por una especie de falla moral colectiva, que es “oportunismo colombiano”, “falta de solidaridad” y se llamó a tener “tolerancia cero con los delincuentes”. Esta dichosa tolerancia cero es, por supuesto, relativa: cuando son los ricos los que roban, si mucho reciben casa por cárcel. La diferencia entre robar por necesidad o por avaricia se nota en la desesperación. Los grandes ladrones de este país que roban los dineros públicos no tienen que arriesgarse a ser quemados vivos cuando lo hacen. Y hay que decir también que son esos robos sistemáticos e históricos los que tienen a Tasajera en la completa miseria.

Los habitantes de Tasajera viven de lo que —legal o ilegalmente— les da la carretera. Por eso es muy común que, cuando se vuelcan camiones en esa ruta que es bastante peligrosa, ocurran saqueos. Puebloviejo es un pueblo que vive de la pesca artesanal, cada vez más mermada por la terrible crisis ecológica que vive la ciénaga, provocada por la falta de intervención del Estado. La carretera Barranquilla-Santa Marta se hizo sin pensar en la conservación de los manglares. Cuando se hizo, cortó el flujo de agua dulce y salada que era esencial para el ecosistema, y por eso varios sectores de la isla parecen cementerios fantasmales de árboles. Décadas después se hicieron algunos túneles para restaurar la fauna y el manglar, pero no fueron suficientes. La ciénaga, que tendría que ser la principal fuente de sustento de todos los pobladores de la isla, cada vez está más contaminada porque la corrupción de los ladrones de cuello blanco no ha permitido que el Estado ponga las restricciones pertinentes para su cuidado ecológico. Además tienen un serio problema de erosión costera y pronto no tendrán ni playa para varar las embarcaciones pesqueras.

Puebloviejo tiene poquísimo, casi nulo, acceso a energía eléctrica, no tiene servicio de alcantarillado y el servicio de agua potable no supera el 40 % de cobertura, según la revista Semana. Dice también Semana que “para el acueducto, a pesar de que el municipio fue uno de los primeros que pagó lo correspondiente al Plan Departamental —unos $18.000 millones—, el contratista aún no ha cumplido y no se sabe qué pasó con la plata”. Las fallas en los servicios públicos han llevado a la población a protestar haciendo bloqueos en la carretera. Cuando esto sucede, la respuesta del Estado es mandarles al Esmad. Según El Heraldo, luego de la intervención del Esmad para frenar la protesta del 24 de mayo de este año, “algunas mujeres, niños y ancianos se lanzaron al agua para huir de los gases lacrimógenos que arrojaron durante la contienda”.

El Estado colombiano tiene una deuda histórica con Tasajera porque la pobreza extrema no es más que la violación generalizada y constante de derechos humanos elementales. Esas garantías no hacen a nadie moralmente bueno, se sabe que los grandes ladrones de este país han tenido todas las comodidades y aun así cometen delitos. Pero al menos evitarán que, con tal de conseguir un bidón de gasolina que les permita obtener un poco de comida para los próximos días, la gente decida arriesgarse a ser quemada viva.

 

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