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Las dos Colombias

Columnista invitado EE: Luis Felipe Sáenz*
01 de febrero de 2024 - 02:46 p. m.

En 1956, el ensayista barranquillero Luis Eduardo Nieto Arteta publicó de manera póstuma un tratado sobre el café en Colombia donde plantea un diagnóstico agudo: Con el auge del café durante la segunda década del siglo XX, Colombia dejó de ser un archipiélago de economías de enclave. La industria cafetera unió a varias regiones del país en torno a un objetivo común a través de eslabones productivos en el cultivo, el trillado y el transporte. Por primera vez cobra sentido hablar de una economía nacional. Sin embargo, Nieto Arteta advierte un corolario crudo. El café, a su vez, creó a dos Colombias: Una próspera que integró a una nación de montañas con sus mares, en contraste con otra, marginada, estancada, y en perpetuo estado de supervivencia.

En 2022, tras una aventura política que no arribó a buen destino, Juan Carlos Echeverry aceptó el reto de compartir la autopsia de su campaña en el libro “Un año de soledad: crónicas de un político primíparo”. El libro es una reflexión post mortem útil para entender desde un ángulo privilegiado los vericuetos y extravíos de una campaña presidencial en un país que respira política en toda su geografía. Sin embargo, el relato es mucho más que un libro de política. Al igual que Nieto Arteta, Juan Carlos Echeverry emprende la aventura -tanto intelectual como práctica– de pensar a Colombia desde su dualidad. En sus palabras (pp. 169-70), “[l]a economía actual está, básicamente, en 49 municipios (…) [e]n los restantes 1.073 ocurre muy poco valor agregado. Que los 49 municipios relativamente ricos prosperen y crezcan no parece ser suficiente. Se necesita crear nueva economía en todo el territorio nacional”.

El libro divide el relato en dos. La primera parte está compuesta por una serie de anécdotas a lo largo y ancho de la geografía nacional, en donde el autor emprende una peregrinación para conocer de primera mano los problemas más apremiantes que aquejan al país. Más que detrás de un diagnóstico, el autor está en interesando en escuchar, entender y aprehender que detrás de cada cifra preocupante hay familias buscando un porvenir con paciencia y dignidad. Esta parte no tiene marco analítico ni hilo conductor, lo que, en mi opinión, es su mayor virtud. Echeverry actúa estrictamente como cronista, dejando el protagonismo a quienes forjan sus propias historias: niños sin plata ni guantes para lecciones de boxeo; pescadores con cuellos de botella insuperables por falta de una lancha; padres de familia cementando sus sueños sobre troncos en la ciénaga; y hasta sicarios revelando la endémica falta de estado en todos los frentes.

Un eje común en las crónicas es la “felicidad” como elemento aspiracional. No es fácil definir qué es o qué sinónimos apropiados u oportunos usar, pero al lector le queda la sensación de que la felicidad tiene cara de niños jugando en parques en las tardes. Esta realidad elusiva para muchos es una motivación que mueve montañas. Colombia es un país en donde padres de familia con vidas comunes y corrientes hacen hasta lo extraordinario para poder sacar a sus hijos adelante. A pesar de tantos palos en la rueda, los niños siguen siendo principal motivo que fermenta las ganas de salir adelante. Advierto: esta es mi lectura. Gracias a que el autor abandona cualquier propuesta de hilo conductor o eje temático, cada lector está en plena libertad de cristalizar realidades distintas dada la riqueza narrativa encontrada en cada crónica.

La segunda parte del libro, más analítica, busca dar respuesta a los dilemas planteados de manera cruda en las páginas precedentes bajo una especie de “plan de gobierno” cuya principal cualidad radica en su sentido de urgencia. Echeverry, siguiendo la línea de Nieto Arteta, postula que, tras el café, el petróleo acentuó la dualidad colombiana y reforzó la centralidad de Bogotá. Tras más de un siglo de nuestra primera gran idea productiva, aún no hay esfuerzos tangibles para descentralizar la producción en dirección a esa otra Colombia que aún no ha tenido contacto con la modernidad. El diagnóstico es un llamado a la acción – llámese política industrial, prueba y error, o pragmatismo. No es la etiqueta lo que importa, sino la urgencia de dar respuesta a quienes siguen, tal vez de manera heroica, depositando confianza en la institucionalidad. Para lograr descentralizar la producción, Juan Carlos Echeverry advierte sobre la futilidad de agendas reformistas pensadas desde Bogotá, y resalta a los “cómo”, y no a los “qué”, como los verdaderos interrogantes que un gobernante se debe plantear.

Tras casi dos años del fin de la candidatura presidencial de Juan Carlos Echeverry, la perspectiva que da el tiempo hace de la lectura de este libro una experiencia enriquecedora. Sus páginas resultarán útiles para quienes buscan entender los múltiples intereses que forjan los equilibrios políticos, y a su vez, cómo estos equilibrios pueden desprenderse de su razón de ser al abusar de la paciencia de quienes siguen esperando por el cambio social.

* Departamento de Economía, University of South Carolina.

Por Luis Felipe Sáenz*

 

Usuario(28535)04 de febrero de 2024 - 12:13 a. m.
Realmente frustrante. Parece olvidar el columnista que Echevery fue el ideologo de la locomotora minera, una economía única y exclusivamente basada en el petróleo y minerales; y ahora posa de intelectual tratando de conocer el país viajando por las regiones. Echeverry es uno de los grandes responsables del estado lamentable de nuestra economía, sr columnista, eso no lo digo yo sino Eduardo Sarmiento, uno de los pocos economistas decentes de U de los Andes.
Atenas(06773)01 de febrero de 2024 - 11:16 p. m.
A todas luces un soberano lagartico este repentino colaborador lejano de EE, quien aquí le echa cepillo al hombre q’ se distinguió xq’ muy grafica/ reconoció q’ pa el ejecutivo era menester untarle mermelada a los corruptos funcionarios de las otras dos ramas y q’ así más rápido le darían vida o paso a los torcidos del tartufo Santos. ¡Uummhh! ¿Desde tan lejos ser tan arrodillado?¿O será q’ está aburrido en uno de los estados más pobres de la Unión?X ahí paso frecuente/. Atenas
  • Atenas(06773)02 de febrero de 2024 - 03:41 p. m.
    Ole, Otavio, pa vos tengo claro q’ no son los de la repudiable familia Santos, Enrique y Juhampa, santos de mi devoción y por muy profunda razón: abusaron del poder del periodismo en esos tiempos y el q’ más prevalecía era su diario ET. Hubo aquí en EE un destacado columnista q’ allí trabajó como periodista, y quien en más de una vez detalló cómo era la porquería q’ allí se cocinaba pa jugar con la información con quien fuera de sus afectos. Ergo, lo de Juhampa tiene raíces más profundas. Atenas
  • Octavio(cnp52)02 de febrero de 2024 - 11:02 a. m.
    Atenas seria santista si este no se hubiera peleado con Uribe. Al parecer el bienamado le determina hasta las amistades.
Adrianus(87145)01 de febrero de 2024 - 09:48 p. m.
Un político tradicional andando el país? Extraño. Pero se le aplaude. La realidad de este país rebasa el discurso politiquero.
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