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Yo te defino, tú me defines

Fernando Araújo Vélez
04 de febrero de 2024 - 02:10 a. m.

Alguna vez, en uno de sus cuentos, Alice Munro se preguntaba por aquellos que la valoraban, para lo bueno, para lo malo y para los términos medios, y más allá de quienes lo hacían, casi siempre por algún detalle nimio, por un comentario suelto de alguna persona, o por lo que ellos mismos querían ver, abría cientos de interrogantes sobre lo débiles que eran los juicios de la gente sobre la gente, y se incluía, y entre sus múltiples cuestionamientos estaba el de las capacidades que teníamos para definir a una persona. Para definirla, para cuestionarla y comprender las razones por las que había actuado o no, para juzgarla y, al final, para condenarla.

Uno a veces se pasa las horas y los días pensando en lo mismo y, como Munro, llega a similares conclusiones. Que somos débiles y que desde nuestra debilidad definimos a los demás. Que nos atrevemos a definirlos y luego les permitimos que nos definan a nosotros, convirtiéndolos así en nuestro bien y nuestro mal, en los mandamientos de lo que debemos hacer y lo que no, y de lo que tendríamos que pensar y ser y decir, y después, después empezamos a tratar de analizar si este o aquel o la de más allá tenían la información suficiente y las evidencias, el conocimiento, la profundidad y la capacidad de definirnos, y por lo mismo, de volvernos dependientes de sus juicios. Las respuestas siempre terminan en rotundos no, no y no.

Sin embargo, llega la mañana siguiente con sus prisas, el reloj, los trabajos, el bus y la rutina, y al primer cruce de palabras con cualquiera, volvemos a definir, y definiendo, permitimos de nuevo que nos definan, retornando a ese eterno círculo vicioso de las definiciones y los definidores en el que se combinan unas cuantas verdades a medias, con otras tantas mentiras, y venganzas, culpas, dolor y resentimiento. Inmersos en él, multiplicamos nuestras opiniones sobre nuestras víctimas, y nos vengamos con palabras altisonantes y con rimbombantes argumentos de barro de aquel que, nos dijeron, dijo esto o aquello de nosotros, convencidos de que definiéndolo, masacrándolo, vamos a eliminar sus definiciones.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Magdalena(45338)04 de febrero de 2024 - 08:43 p. m.
Muy interesante su artículo,pues deberíamos aplicar los principios del budismo .valora tus fortalezas,para que nadie,ni nada te haga dudar de tus valores,es la única manera de restarle importancia a los agravios.
Glory(4txhc)05 de febrero de 2024 - 05:52 p. m.
Tan sencillo como esto: vive y deja vivir. Muy buena columna señor Araújo.
alexandrs(m841l)04 de febrero de 2024 - 04:06 p. m.
Muy retrospectivo 🙁.
ERWIN(18151)04 de febrero de 2024 - 12:38 p. m.
Vive y deja vivir..no juzgues ..en resumen ,,intenta vivir sabroso ..fumate un porro,de vez en cuando.
Juan(26735)04 de febrero de 2024 - 12:27 p. m.
Gracias. Serenidad en el espíritu para vivir sin juzgar a los demás.
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