Hace ya muchos años, revisando el trazado original de la variante Melgar-Muña con la obra final, tuve una sorpresa muy relevante. La vía que bajaba de Bogotá estaba diseñada para continuar su descenso hacia el río Sumapaz, concretamente hasta El Boquerón, siguiendo el cañón de los ríos Subia y Panches. Era un diseño muy bien logrado por los técnicos y por lo mismo me desconcertó el trabajo final que hizo que la carretera volviera a subir un poco más de ocho kilómetros para encontrarse con la recta de Chinauta que llevaba directamente a uno de los puntos más peligrosos del recorrido, el conocido como la curva de las canecas. Averiguando la historia de la modificación me encontré con un hecho muy claro: los técnicos no consideraron dentro de sus cálculos los efectos que tendría aislar a Fusagasugá del recorrido. Esto condujo a que los habitantes, encabezados por doña Bertha de Ospina Pérez, a través de un mecanismo político, hicieran modificar la ruta. Aprendí entonces que, si se trata de asuntos humanos, la distancia entre dos puntos no es, por lo general, una línea recta.
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A mano alzada
Política y tecnocracia
19 de marzo de 2024 - 02:05 a. m.