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Un país en obra negra

Juan Carlos Botero
12 de abril de 2024 - 09:05 a. m.

Colombia se parece a Bogotá. Vive en obra negra.

No es así en otros lugares. Claro, toda nación y toda ciudad existen en permanente estado de evolución y crecimiento. No lo niego. Pero muchos países y muchas capitales están, en gran medida, bastante desarrollados. Hechos y completos. Al menos lo suficiente para que la población exista con cierta normalidad, con puntos de referencia fijos, familiares y confiables, que proporcionan la necesaria estabilidad cotidiana, y tanto física como emocional.

También es verdad que en todo país y en toda ciudad hay, aquí y allá, proyectos en marcha, obras y trabajos de renovación y reparación. Pero estos son ocasionales y aislados. De mantenimiento. La obra no es la norma sino la excepción. Bogotá, en cambio, vive en obra negra, con megaproyectos de reconstrucción que siempre lucen inconclusos y con obras faraónicas que siempre están pendientes. Que se están haciendo o se van a hacer. Y cuando una de esas obras finalmente se concluye, después de años de comienzos, tropiezos y retrasos, al poco se anuncia que quedó mal hecha y hay que rehacerla o corregirla o empezarla de nuevo. Entre tanto, la ciudadanía sufre el ruido y vive entre taladros, excavadoras y montículos de arena, soñando con tener, algún día, su capital lista para estrenar.

Igual pasa con Colombia. El país nunca está medianamente hecho. Siempre está en proceso de hacerse, a punto de iniciar lo más básico. Y al igual que cada alcalde que llega y encuentra el desastre y siente que debe capotear lo más urgente, así pasa con cada presidente que se posesiona y siente que debe inventar la rueda. Y eso que tenemos, por suerte, una de las Cartas más avanzadas y progresistas del continente, que proporciona un sólido marco constitucional.

Aun así, en Colombia lo fundamental jamás se concreta por fin y para siempre. Por eso todo presidente anuncia grandes cambios en cada rama del Estado. La Justicia siempre toca reformarla. Igual pasa con la Salud. Con la pertenencia de la tierra. Con las relaciones diplomáticas. Con las finanzas, y por eso cada gobierno presenta sus reformas tributarias. Vivimos declarándole la guerra a las drogas, a la corrupción y a la delincuencia como si fuera la primera vez, y ensayando fórmulas para erradicar, ahora sí, la pobreza absoluta. Siempre toca inventar la paz de cero, por enésima vez. Y sin falta hay que empezar por lo más obvio: a no matarnos. Se vive con la sensación de que el país no avanza porque ni siquiera ha nacido del todo, a existir plenamente, para después crecer en un sentido u otro. Siempre estamos a punto de crear la nación, de ordenar todas las piezas para que Colombia, por fin, arranque a madurar. Mejor dicho, nunca salimos de la sala de partos.

Entre tanto, los habitantes de Bogotá sueñan con su ciudad relativamente concluida, en donde se podrá vivir en paz y sin tener que conducir serpenteando entre obras inconclusas y letreros de trabajos en marcha, y sin tener que caminar sorteando escombros y trozos de asfalto. Y los habitantes de Colombia compartimos el mismo sueño: que algún día tendremos un país finalmente listo, que se podrá mejorar en un aspecto u otro, claro, pero con lo básico e indispensable, como mínimo, hecho. Bien hecho.

Pero no. La ciudad vive en obra negra. Y el país también. Y es infame.

@JuanCarBotero

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Felipe(94028)12 de abril de 2024 - 10:21 p. m.
Cual será la diferencia con Chile, Costa Rica o Uruguay, porque salimos del mismo tronco y ellos están entre el 7.8% de la población mundial que vive en una "democracia plena", según The Economist y su Democracy Index. Incluso España está en ese privilegiado grupo de cabeza. Tras dos siglos de independencia, todos ellos evolucionaron, nosotros no quisimos construir un país medio decente, seguimos en la eterna obra negra y de eso ya no se puede culpar a nadie del exterior.
Guillo(39501)12 de abril de 2024 - 05:53 p. m.
Tranquilos, esa guaca aparecerá algún día...
Duncan Darn(84992)12 de abril de 2024 - 05:27 p. m.
Estamos bien para ser lo que queremos ser. Siervos de un sistema feudal donde los señorones reinan a través de sus apellidos, las tierras y fortunas que han acumulado mediante expolio a la misma servidumbre, con un poder catalizado por la ignorancia supina, la incultura general cuidadosamente administrada, la nefasta influencia y máximo poder de los intereses económico religiosos. Resumiendo, el eterno y consuetudinario platanal donde debemos pelearnos la vida a mordiscos para conseguir choza.
Pompeyo(18990)12 de abril de 2024 - 05:18 p. m.
Seguimos siendo un platanero a pesar de los esfuerzos del presente gobierno por modernizarnos. Las fuerzas tradicionales se resisten al cambio y parece, salen ganando, con su violencia verbal y física que es el segundo tiempo de la verbal. Aunque esta película como que ya la hemos visto.
Mario(16018)12 de abril de 2024 - 05:17 p. m.
Todos prometen reformas, pero lo curioso es que no pasan sino las reformas tributarias con la cuales esquilman al pueblo.
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