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Atalaya

La educación y el desasosiego de los tiempos

Julián López de Mesa Samudio
04 de abril de 2024 - 02:00 a. m.

En el mundo hay consternación por la apatía de los jóvenes, por su desidia, por su falta de ambición y de aspiraciones, por su incapacidad de tener espíritu de sacrificio y por su aparente no querer hacer nada. Año a año acceden menos a la educación universitaria y superior y son progresivamente más quienes incluso abandonan el sistema sin terminar el bachillerato. Se ha acuñado incluso un término para designar a jóvenes que no estudian ni trabajan: los tristemente célebres ninis.

Aunque el fenómeno es mundial, en nuestro medio hasta ahora se empiezan a discutir y a analizar las causas y consecuencias de que los jóvenes no se aproximen al sistema educativo tradicional, estandarizado y regulado estatalmente, y que aquellos que sí lo hacen pareciera que no les interesase, que estuviesen ahí porque les toca o por inercia, que nada los estimula, que van a clase por que sí…

Un engranaje del sistema educativo que está teniendo esta discusión son los profesores y varias preguntas y observaciones hacen rondas de un tiempo para acá entre nosotros: “¿Por qué la apatía de nuestros estudiantes?” “¿Qué les gusta?” “Quieren todo fácil”. “No leen”. “No les interesa nada”. “Son frágiles y sin ningún espíritu de sacrificio o superación”. “¿Qué les pasa a los jóvenes?”

Una propuesta parcial de explicación del fenómeno es que, gracias a que sus fuentes de información y acceso a las mismas son tan diferentes de los de las generaciones anteriores, se creó una mayor brecha generacional de lo que normalmente ocurre de generación a generación. Esto implica que la comunicación es difícil, cuando no imposible, y de allí la extrañeza y frustración que sentimos los viejos frente a nuestras comunicaciones con los jóvenes.

De otra parte, los jóvenes ya saben y entienden que la promesa de futuro que la educación superior les pintó a sus abuelos y a sus padres no se va a cumplir con ellos. Que lo que fue cierto para estas generaciones del pasado si se esforzaban y pasaban por el sistema, no lo será jamás para ellos.

Por último, está el desasosiego de los tiempos: la última época optimista en el mundo fue el primer quinquenio de los años 90 del siglo pasado. Todo aquel que haya nacido tras 1995 no ha percibido jamás un momento de optimismo de la humanidad como un todo, no tuvo revoluciones musicales, ni políticas, ni artísticas, ni culturales con transformaciones y con esperanzas perdurables.

Llevamos 30 años o más de pesimismo y, tras la pandemia, la desazón se hizo ya más que evidente. El malestar de la náusea constante se alimenta para los jóvenes con cualquier visión de futuro y solamente los estímulos del presente, del hoy y del ya pueden conjurar el miedo, el terror –y creo que no exagero– que les causa, con razón, pensar en el mundo que les estamos dejando, en que para ellos la vida sea siempre incierta, como incierto es todo el camino que tienen por delante, estudien o no estudien, saquen o no buenas notas, sean o no juiciosos o juiciosas…. Hagan lo que hagan, habrá incertidumbre y las perspectivas no son buenas. Por eso si se pregunta hoy en un salón de clase “¿Quién tiene dentro de su plan de vida tener hijos?” Hoy, en un salón de 50 estudiantes, algunos 5 o 6 levantarán la mano.

Para mí, como profesor, la explicación del desinterés es el desasosiego de los tiempos, es la frustración y la impotencia que implica saber que quizás no hay futuro para ellos. O que por lo menos no será lo que la universidad sigue torpemente prometiendo. Y frente a esto estoy seguro de que la respuesta sincera que darían a todas nuestras inquietudes sobre su futuro sería solo una y quizás la más demoledora y contundente: “¿Para qué?”

Y ante eso, ¿qué respondemos los viejos?

@Los_Atalayas

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Alberto(3788)05 de abril de 2024 - 12:38 a. m.
Impactante y veraz.
Marce(d5vti)04 de abril de 2024 - 11:31 p. m.
la falta de oportunidades para la juventud hoy es lo que lleva a que crezca la incertidumbre, de qué sirve la preparación académica universitaria si al graduarse NO consigue ubicarse LABORALMENTE, y si logra tener suerte le pagan un simple mínimo que lo gana una persona con un simple bachiller, anteriormente la gente se preparaba porque con esa iba a conseguir un trabajo que le permitiría obtener jubilación, ahora los puestos son "desechables, cada tres meses renovación de contrato.
Lucila(60806)04 de abril de 2024 - 09:56 p. m.
Lo noto muy deprimido,lânguido,ausente,desinteresado,cuando siempre ha sido optimista y arrojado.Profesor,retome el interês por orientay y ayudar a sus muchachos.Ellos necesitan un abrazo y un empujoncito y los maestros siempre lo sabemos hacer. ANIMO !!!
leunamuno(9808)04 de abril de 2024 - 06:45 p. m.
Si usted, columnista es viejo como quien le está contestando y siendo Usted profesor, ha perdido su tiempo porque, somos los viejos los llamados a hacerle ver a nuestros hijos, que sí, que el mundo está pasando por un momento que no se esperaba, y que nos muestra con hechos que, la humanidad estaba equivocada y que por lo tanto lo más sensato es no traer nuevas generaciones a sufrir los rigores de esa cruenta fatalidad. Sin tantas vueltas.
Norma(12580)04 de abril de 2024 - 03:02 a. m.
Excelente, gracias. Ojalá tanto padres como maestros se hiciesen estas preguntas y convidaran a infantes y adolescentes a expresar abiertamente sus miedos, dudas y esperanzas, si las hay.
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