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El embuste de los topes

Laura Ardila Arrieta
20 de agosto de 2023 - 02:06 a. m.

Hace cinco años, en una de las entrevistas que más he disfrutado hacer para entender el poder, el fallecido “eterno congresista” Roberto Gerlein me dijo que en cierta manera la democracia electoral en Colombia era una ilusión, debido a que está determinada por quienes ostentan el poder económico. Aquel arranque de sinceridad, bajo la calma del retiro y en el ocaso de la vida, cobra vigencia frente a las sospechas —y certezas— que se han encendido respecto a la financiación de las últimas campañas presidenciales en el país.

En Colombia nos decimos muchas mentiras como sociedad, una de las más grandes es la de los topes de gastos que contadas campañas cumplen. Hay un esquema permitido de financiación pública y privada, una autoridad electoral que fija unos máximos según el censo y un aplicativo (llamado Cuentas Claras) en el que cada organización y candidato debe registrar un informe oficial de ingresos y gastos.

Y mientras todas esas formalidades lucen impecables en papel oficial, por barrios y calles de pueblos y ciudades se pueden ver correr los ríos de billete que inundan el territorio nacional elección tras elección. Campañas con abrumadores despliegues publicitarios, candidatos con los bolsillos llenos para resolver cualquier necesidad que traiga un simpatizante y eventos masivos que parecen más superconciertos, al tiempo que en Cuentas Claras reportan tres pesos y un crédito del banco.

Si la llamada gran prensa renunciara a su mirada centralizada y oficialista, o al menos la atenuara, podría detallar mejor esos indicios expuestos en la periferia por candidaturas financiadas, casi siempre, con plata robada de la contratación pública o de estructuras armadas ilegales.

El embuste de los topes es tan monumental que la inversión que hay que hacer para ganarse un ente territorial supera hasta 20 veces o más el monto permitido. Gastos fijados por ley en máximo 2.000 o 3.000 millones terminan siendo en realidad de 30.000 o 40.000 millones de pesos, que es lo que, en promedio, cuesta hoy ganarse una gobernación grande, según me cuentan curtidos políticos profesionales.

Por supuesto, todo este fraude de la democracia pasa por la incompetencia de una autoridad electoral sin capacidad de investigación ni presencia territorial, cuyos integrantes, además, son elegidos por los mismos políticos y partidos que incurren en este delito o lo permiten. El Congreso renovado que llegó el año pasado era el llamado a sacar adelante por fin una reforma política que, entre otras, garantizara la independencia del Consejo Nacional Electoral. A juzgar por la posición de algunos frente a la disminución del salario de los congresistas, que en campaña tanto usaron en estrategia populista, parece que este cuatrienio tampoco será ese cambio.

Desde entidades como la Misión de Observación Electoral (MOE) se oyen voces que proponen considerar unos periodos de financiación preponderantemente estatal con verificación. Ese ajuste al sistema permitiría, entre varios asuntos, aproximarse más a conocer cuánto cuestan de verdad las campañas en Colombia. Si tenemos buena suerte, quizás también podría desestimular la compra de votos, un delito claramente relacionado con la violación a los límites de gastos en las campañas electorales.

Más allá, si el Estado pone la plata tal vez disminuiría la desigualdad que existe en el acceso al poder. Para las regionales de este octubre, fuentes en Sucre me cuentan que ya hay campañas ofreciendo hasta 200.000 pesos por un voto. Así no hay quien pueda competirles a ciertos cuestionados. Y la democracia electoral seguirá siendo una ilusión, como explicó Gerlein. Y él sí sabía.

Laura Ardila Arrieta

Por Laura Ardila Arrieta

Periodista Caribe con un gusto especial por la crónica y los reportajes sobre el poder. Autora del libro ‘La Costa Nostra’, historia no autorizada del clan Char. Ha ganado cinco premios nacionales de periodismo, incluyendo el Simón Bolívar en la categoría Periodista del año en dos ocasiones.

 

Mateo(pawjr)21 de agosto de 2023 - 09:07 p. m.
El modelo no ayuda. Cuánto cuesta la precampaña? Hay rubros que no se pueden reportar en cuentas claras. También debemos pensarnos como sociedad que se vende para tener como "autoridades" territoriales a corruptos. Nos sentiremos derrotados frente a la corrupción? Quiero tener confianza en que podemos hacerlo mejor.
Tyteca(izy12)21 de agosto de 2023 - 02:49 p. m.
La columna dice la verdad, aunque se queda corta. Miren al Valle del Cauca, y los métodos con los que Toro se rhace eeligir cada que lo desea. 💼 en mano y concejal por concejal en cada municipio.
Usuario(51538)21 de agosto de 2023 - 01:59 p. m.
Y dale con el sirirí del "centralismo". Llévense su capital y su presupuesto para la Costa y dejen de fregar tanto, doña. No es por allá donde más corrupción se destapa día tras día?
Hugo(14000)20 de agosto de 2023 - 04:46 p. m.
La plata se maneja en efectivo sin,facturas ni registros,porque no son tan tontos.Si la plata la ponemos todos o sea el Estado y dada la corrupción que exite en su manejo,solo agregaría más plata a los dineros ilícitos.Quizá serviría si el Estado paga la propaganda,el transporte ,la exposición de los candidatos igual para todos,algo muy difícil y costoso; voto obligatorio y se prohibe y vigila rigurosamente todo otro ingreso o pretexto...suena utópico.
Helga66(40077)20 de agosto de 2023 - 04:16 p. m.
Colombia escin país fe leyes y normas escritas para dar apariencia. Hay topes en las campañas que en la práctica nadie cumple y nadie vigila ni controla pero vivimos enunciado que existen límites solo en el papel. Por extensión todo es asi. El derecho a la salud, a la educación, al acceso a la información pública, a la vida digna, todo está escrito y reglado bellamente. Pero no se cumple. Este gobierno por ejemplo escribió en la Constitución que los campesinos tienen derechos pero no hace nada
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