Uno de los casos más frecuentemente citados de alucinación colectiva es el del programa radial que hizo Orson Welles el 30 de octubre de 1938. Welles dirigía un radioteatro semanal en donde presentaba adaptaciones de novelas y de obras dramáticas. En esa fecha decidió transmitir una adaptación de La guerra de los mundos, del escritor inglés H.G. Wells, y en esa versión radial se decidió presentar la obra del británico como si fuera un noticiero. En este, un locutor afanado anunciaba que de una nave misteriosa habían descendido en Washington criaturas de otro planeta, probablemente Marte, y estas estaban creando destrucción y muerte a su paso.
El realismo fue tal que muchos creyeron que la invasión de los marcianos era real y salieron aterrados a las calles, a buscar refugio, seguidos de otros a quienes transmitían su pavor. Ese pánico duró por horas hasta que las autoridades pudieron convencer al público de que todo se trataba de un programa de ficción. La fama de Orson Welles comenzó a crecer y se convirtió en figura central del entretenimiento en su país. Dicen que ese programa fue la base para que una productora de cine lo contratara para hacer la histórica película El ciudadano Kane.
Este caso de histeria colectiva (que algunos ponen como ejemplo de fake news) es un ejemplo frecuente de cómo muchas veces la credulidad de la gente crea situaciones de pavor y aunque no hubo víctimas cuando Welles hizo su programa, ellas sí hubieran sido posibles. Lo importante es que el público tiene la tendencia a creer lo más inverosímil y a obrar en forma ilógica como consecuencia.
Lo cierto es que los rumores de catástrofes muchas veces son creídos y crean una reacción en cadena que puede poner en peligro vidas humanas. Eso se ha visto incluso en nuestros días cuando, por ejemplo, hay rumores sobre efectos maléficos de las vacunas contra la pandemia, lo cual hace que muchos crédulos se nieguen a vacunarse; cuando algunas minorías son acusadas de las más increíbles fechorías y se crea una reacción irracional contra ellas o cuando se habla de masacres inexistentes pero que sirven con frecuencia como botín político. Por eso, todos esos rumores se deberían analizar con cabeza fría antes de entrar en situaciones de miedo sin base.
Es interesante anotar que años después una emisora ecuatoriana presentó una traducción del libreto que usó Welles, y en ese país nuevamente se creó un pánico similar. Aparentemente a los oyentes, cuando conocieron que habían sido engañados, la cosa no les gustó ni cinco e intentaron incendiar la emisora que había hecho la transmisión.