Los chilenos han rechazado la propuesta de una nueva Constitución. Ya lo habían hecho hace un año, con un proyecto redactado por una Convención Constitucional liderada por la izquierda radical. Ahora lo hacen con un proyecto redactado por la derecha radical. Agustín Squella, un colega chileno, define la situación de esta manera: “Éramos un país pausado y ahora somos un país en pausa”.
Tal vez los resultados pueden ser leídos de dos maneras, una optimista y otra pesimista.