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La expresión humana

Lorenzo Madrigal
21 de febrero de 2022 - 05:30 a. m.

Antes de que los temas se vuelvan totalmente electorales, he querido comentar con alguien, con ustedes, por supuesto, éste que será siempre un asunto pendiente para mí. Qué es, en qué consiste, cómo se manifiesta eso que llamamos la expresión humana, lo que dice un rostro, lo que lo identifica.

Pasan los años y deja uno de verse con alguien, compañero de infancia, antigua vecina, pariente inclusive que apenas si tratamos alguna vez y de repente vuelve uno a verse con esa persona y su nombre generalmente está perdido en los sótanos de la memoria, pero aquella mirada, aquella forma de sonreír, no importa si hubiera sido un infante, descubren la expresión que ya estaba registrada en nuestro archivo mental.

Para un pintor de retratos o dibujante de fisonomías este es un reto divertido, de examen profundo en algunos casos o por picaresca natural se puede decir que instintiva en otros, especialmente en el caso que le incumbe a un caricaturista. Me decía, en alguna ocasión, el maestro Ricardo Gómez Campuzano que para él quien mejor había captado la imagen del Libertador había sido el caricaturista José María Espinosa.

Pero es tan genuina la individualidad, tan del tipo ADN, que, me repito, un gesto, un giro del cuerpo, un andar, hacen que descubramos a la persona entre una multitud. Y son tantas las facetas que particularizan que un solo retrato no le hace mérito al individuo, sino que cada persona merece más de un intento de registro gráfico. Además, y como si fuera poco, ya lo decía Ortega, “hay muchos hombres en la vida de un hombre”. Los hay figurativos que gozan con el envejecimiento de sus modelos.

En estas fechas electorales no son muchas, la verdad, las caras nuevas. No podrían serlo ya que los que se ventilan son nada menos que postulantes a la primera magistratura del país, lo que requiere trayectoria. Uno nuevo —y cómo negar que se le está tomando en serio— es el ingeniero bumangués: cara difícil, en blanco y blanco, ojos claros, pelo rubio y escaso, turupes como de golpes, ¿dónde está Rodolfo? Hay que encontrarlo. Los que remedan fácilmente lo hallarán en su voz temblorosa. Quienes dibujan apelarán al afrancesamiento, al desdibujo, a las no facciones ni repintes.

Otros son bien conocidos, como el regalo gráfico que es el rostro de Óscar Iván, su fácil amargura, su rarísima sonrisa, compensada con la simpatía de doña Martha Ligia, su esposa. El despeluque de Fajardo aunque no consiste en ello su expresión, la que habría que buscar en el retorcido de su cejas y profusas arrugas de juventud sostenida, como difícil es inventarse un aspecto identificador para el desbordado de Fico (Federico). Y así nos paseáramos por el listado. Cójanme ese trompo en l’uña, dirán los pobres caricaturistas, ensayando, con borrador en mano, las distintas caras que serán las presidenciales.

La expresión humana
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