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Talibanes y evangélicos

Santiago Gamboa
21 de agosto de 2021 - 05:30 a. m.

El mundo pandémico parece haber invertido el calendario y ahora caminamos de nuevo hacia el pasado. Fue lo que pensé viendo a los talibanes entrar a Kabul, una escena ya vista que se repite, como la de la gente arremolinada por subirse a un avión para escapar. Y yo que pensaba que la pandemia nos traería guerras ultratecnológicas ya no entre insignificantes Estados sino entre los verdaderos propietarios del mundo, que son las tecnológicas y los laboratorios médicos. Había imaginado, por ejemplo, una guerra entre Pfizer y AstraZeneca contra Google y Facebook, asociados a WhatsApp. Ellos son nuestros dueños y la lógica es que se disputen la supremacía. Si yo fuera un escritor norteamericano al estilo de Philip K. Dick, ya estaría trabajando en una novela sobre esa guerra, con drones disparando contra las farmacias y centros de salud y búnkeres debajo del mar en los que se esconden Zuckerberg y Gates, capitanes Nemo, huyendo del bombardeo viral de los laboratorios con mortíferas variantes respiratorias y nuevas cepas que se adhieren y proliferan en las pantallas táctiles.

Pero no, en lugar de esa conflagración 4G volvemos al pasado, a soldados que arrastran lanzagranadas amarradas a mulas y disparan desde polvorientas carreteras. Regresan los milicianos de sandalias con un Kalashnikov al hombro. Esas viejas guerras civiles que traen el aroma del pasado, pues Afganistán, ya lo sabemos los que vimos el filme Charlie Wilson’s War, fue uno de los campos de batalla de la Guerra Fría entre EE. UU. y la URSS de los 80, lo que lo convirtió en un polvorín repleto de armas y, sobre todo, de gentes que crecieron y se formaron en el hábito de la guerra. Es el pasado que irrumpe a culatazos. El tipo de país que anhelan los talibanes, como Irán, Qatar o Arabia Saudita, desapareció hace tiempo en Occidente. Son sociedades religiosas (no seculares) en las que es más importante creer que comprender, pues la organización y las leyes provienen de una entidad invisible que es su dios. No hay preguntas, sólo obediencia.

Pero la democracia, que empezó siendo un conjunto de procedimientos, se convirtió también en un ente invisible en el que hay que creer, aunque en su esencia prime la idea del “experimento”, como dice Roberto Calasso, y no la verdad de las teocracias, que prefieren el “sacrificio”. Entregarse por una verdad. En las sociedades seculares hay una conciencia colectiva que proyecta, pero con frecuencia se equivoca porque a su vez convive con seres invisibles y órdenes que provienen de mitos o creencias. Los senadores que en Colombia son evangélicos se rigen por la Constitución, pero su obediencia mayor es hacia algo que los demás no ven y que está en el Nuevo Testamento. ¿Cómo sería Colombia dirigida por uno de estos pastores? Puede que no fusilen gente en las calles, como los talibanes (al menos el primer día), pero las cárceles se llenarían de homosexuales y de adúlteros y de jóvenes novios que se besan en los parques y la policía irrumpiría en los moteles y en las discotecas y en las facultades de sociología. Eso ya no nos parece tan lejano, eso sí podemos imaginarlo. Son las probables metamorfosis de quienes, aun entre nosotros, anhelan —como los talibanes— que la historia se detenga y vuelva hacia el pasado.

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MARIO(jbw8b)22 de agosto de 2021 - 05:25 p. m.
Buena columna: identifica el problema central de cualquier ideología, los radicalismos, así parezcan diferentes, se juntan en sus extremos y terminan siendo prácticamente lo mismo. Islam y Evangélicos: desgracias del mundo moderno.
CarlosUribe(33105)22 de agosto de 2021 - 11:18 a. m.
¿Cómo sería Colombia dirigida por uno de estos pastores? Qué horror, y son ellos, los asquerosos culebreros y bandidos pastores evangélicos quienes están más cerca de la ideología paraca del CD. Por eso se equivoca la gran boba de Semana cuando insinúa que la muy posible presidencia de Petro será como la retoma del poder por los talibanes; confundir, es lo único que sabe hacer la Hpta uribestia
Tanatos(39449)22 de agosto de 2021 - 04:41 a. m.
No estamos lejor con el enano paraco y los militares matando al son de dios y patria; agrupados por los extremistas del opus dei que se creen de mejor familiar pero está lleno de políticos ladrones y corruptos que son buenos muchachos por el solo hecho de rezar como locos. Que lo diga el hampon de ordoñez.
Aldemar(14308)22 de agosto de 2021 - 04:31 a. m.
Recordemos que ya tuvimos a un Torquemada en la Procuraduría, el Gran Inquisidor Ordóñez, quemador de libros y miembro de Tradición, Familia y Propiedad. Y la ultraderecha del Centro Demoníaco, que lleva años gobernando, tiene creencias ultragodas y medievales. Por eso se limpian el trasero con la Constitución. De modo que hemos tenido nuestros "talibanes criollos" y debemos derrotarlos pero ya!
Mar(60274)22 de agosto de 2021 - 02:39 a. m.
No solo ellos, facilmente puedo imaginar a los curas construyendo de nuevo máquinas de torturas para asesinar con el mayor dolor y sufrimiento posible al que no crea en sus inventos.
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