Lecciones para el Polo

Salomón Kalmanovitz
31 de octubre de 2007 - 05:22 p. m.

En Barranquilla la segunda alcaldía de Bernardo Hoyos fue un maremágnum de la corrupción. No sólo cedió por 20 años el recaudo tributario de la ciudad a una empresa con dudosas conexiones sino que le otorgó una leonina comisión del 12%, "corregida" recientemente por la Contraloría Nacional a un 7,5%. El sucesor escogido por Hoyos, Guillermo Hoenigsberg, terminó en la cárcel con serios indicios de contratación indebida y apropiación de fondos públicos. Hoy el candidato del Polo y del Partido Liberal a la Alcaldía, Máximo Noriega, marca sólo 8% de la intención de voto.

En Bucaramanga la alcaldía de la Anapo de Iván Moreno Rojas arrastró la ciudad de los parques hacia atrás. Se desató el clientelismo y la canibalización de la cosa pública. Las finanzas de la ciudad quedaron en rojo, y está sometida a la ley de quiebras. El candidato del Polo en esa ciudad hoy, Mauricio Mejía, muestra un escaso 9% de la intención de voto.

El mismo Iván Moreno, ahora senador por el Polo, anunció su apoyo a la defensa del duopolio RCN-Caracol, restringiendo la competencia en un área tan estratégica para la información y solaz de la población. La malicia indígena sugiere que hubo un intercambio entre alguno de los canales de Tv y la campaña de Samuel Moreno, en contra de los intereses superiores de la sociedad.

En el programa de la campaña de Moreno se lee que no tocará las empresas públicas, sacrificando ingentes recursos enterrados en el Acueducto y en la ETB. La capitalización de estas dos empresas por socios estratégicos podría liberar unos 6 billones de pesos para el Distrito, claves para financiar un plan integral de movilidad y otros programas sociales. En el Acueducto, el sindicato cogobierna la empresa y su factor salarial es de 2,55. En la ETB los grandes avances logrados después de la huelga de 1998, su conversión en sociedad anónima, su alianza con Millicom y su puesta al día en tecnologías, pueden todos perderse si se politiza su administración.

En una columna previa sugerí que había un difícil dilema entre votar por Enrique Peñalosa, quien es apoyado por el Presidente y sus partidos, o por el candidato del Polo, que de ganar, neutralizaría en algo la concentración de poder en manos de Álvaro Uribe. Peñalosa no es ajeno a manejos clientelistas -por ejemplo, nunca tuvo problemas con el Concejo de Bogotá-, y el partido de la U y Cambio Radical que lo apoyan son conocidos por comprar votos al por mayor en muchas localidades; quizás esos fueron los 50.000 votos a los que se refirió Antanas Mockus en la trampa moral que le puso a Moreno. La contratación que hizo Peñalosa, como en el caso de las losas para Transmilenio o el Acueducto, no está libre de suspicacias.

También sugerí que Samuel Moreno hiciera un compromiso fuerte frente al electorado bogotano de que se apoyaría en administradores competentes y probos, algo que no hizo. Por el contrario, hay serias reservas de que repartirá la salud, la educación y la contratación a sus aliados y financistas y que hasta barrerá con los buenos administradores del alcalde Luis Eduardo Garzón.

Posiblemente, una administración de Peñalosa sea menos mala para Bogotá que la que se sugiere en el programa y las alianzas de Moreno. Para el país es menos mala una alcaldía del Polo que la de un candidato en deuda con los partidos uribistas y que será puntal del Presidente para profundizar su despotismo. Todavía creo que los votantes de la capital deben considerar seriamente las implicaciones nacionales de su decisión.

Lo cierto es que el fortalecimiento del Polo es imprescindible para el mejor desarrollo de la democracia colombiana. Pero una administración incompetente, clientelista y corrupta de Bogotá puede significar la autoliquidación del Polo Democrático en todo el país. Esta es la lección que dejan las experiencias de Barranquilla y Bucaramanga. Ojalá que no las repitan.

 

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