Cómo bajar del podio

Francisco Gutiérrez Sanín
23 de febrero de 2012 - 11:00 p. m.

Los otros días, el nuevo direc-tor del DNP, Mauricio Santa María, destacó que uno de sus objetivos en su período al frente de ese departamento sería que Colombia se quitara de encima la terrible distinción de tener la medalla de bronce en desigualdad en el mundo.

A propósito, algún guasón se lamentará de que ni en eso quedamos de primeros. Pero no hay que desesperar: en Colombia la desigualdad debe de estar severamente subestimada (nos concentramos en la de ingresos, pero la de patrimonio podría ser mucho mayor; esos testaferros que poseen cientos de miles de hectáreas distorsionan los conteos; los indicadores habituales son continuos y no capturan los abismos entre los muy, muy ricos y los extremadamente pobres, etc.), por lo que de pronto, si sólo se cambia la forma de establecer el puntaje, tenemos todavía la posibilidad de mejorar nuestra posición.

Como fuere, esa medalla de bronce es en efecto un dato espantoso, y en un país más acucioso —o acaso en uno menos acosado por los continuos sobresaltos—, las declaraciones de Santa María se hubieran convertido inmediatamente en un punto focal del debate público. Las preguntas inmediatas que sugieren es: ¿Cómo cambiar eso? ¿Qué se puede hacer? Hay al respecto cuatro grandes mecanismos. Me parece que en nuestro país todos implican a la vez una puerta abierta y una mala noticia. El primero es simplemente la redistribución de activos. En este caso, ya hay en movimiento un plan de restitución de tierras significativo y positivo, pero insuficiente. Aparte de los problemas que tiene la Ley de Víctimas, incluso si se cumpliera a rajatabla, nos retornaría al statu quo de 1985, que ya era malísimo. Está muy bien que les quiten las tierras mal habidas a los hampones que las robaron a sangre y fuego. Pero se necesita mucho más. Si la experiencia de los tigres asiáticos ha de servir de algo, estos procesos agrarios son indispensables a la vez para la equidad y el desarrollo, pero sólo tienen impacto real si se hacen de manera contundente, sin dejar espacio a argucias legales, y rápidamente. Así, se evita mantener en vilo de manera crónica los derechos de propiedad y a la vez se obtienen avances reales.

El segundo mecanismo son los impuestos. Nuestra estructura tributaria es atrasada, confusa y regresiva, y está llena de gabelas. Una vez más, diversas experiencias han mostrado que se puede hacer un cambio serio en este terreno sin espantar la inversión. Al respecto, hay básicamente dos equilibrios de alta inversión en un país en desarrollo. El primero está constituido por laxitud, posibilidad de influencia a través del cabildeo e impuestos bajos y “negociables”, pero pésima infraestructura, pobre capital humano, inestabilidad e informalidad. Ese es el equilibrio actual en nuestro país. Pero si se mejora la infraestructura y la claridad de las reglas se puede transitar a un equilibrio más favorable. La mala noticia es que aquí apenas se ha movido la aguja.

El tercero es una política de vigorosa intervención estatal en sectores estratégicos. Una vez más, este es un factor común de los “niveles de crecimiento asiáticos” a los que se refería con entendible envidia el presidente de la ANDI hace poco. Esto para nada se contradice con condiciones favorables para la inversión, pero es la bisagra estratégica que puede articular desarrollo y equidad. La mala noticia aquí es que la “hiperglobalización” —como la llama en una importante y reciente obra* el notable economista del desarrollo, actualmente en Harvard, Dani Rodrik— podría entrar en contradicción con posibilidades de avanzar en esa dirección. Parecería fundamental que se empezara a pensar cómo va a afectar el TLC con Estados Unidos la situación de inequidad en Colombia y cuál puede ser la respuesta estratégica del Estado colombiano frente a esto. El cuarto mecanismo es la educación. Ay, la educación...

¿Cómo bajar del terrible podio en el que estamos parados? La pregunta es fundamental y necesitamos respuestas buenas, cuanto antes mejor.

*Dani Rodrik (2012): The globalization paradox, W.W Norton & Company.

 

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