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¿Cómo salvar un medio?

Columnista invitado EE
18 de septiembre de 2014 - 02:51 a. m.

El diario francés Libération, fundado en 1963 por Jean-Paul Sartre, anunció que despedirá en los próximos meses a un tercio de sus trabajadores: 93 puestos quedarán vacíos a causa de una crisis en las ventas físicas del diario que, de acuerdo con sus directivos, ha disminuido 20% en el último año.

Cerca de 22.000 ejemplares diarios del periódico se han dejado de vender. Una situación similar, aunque de números menores, ocurre en Le Monde. Más de 30 periodistas del diario impreso fueron trasladados a la nómina del sitio web con el objeto de afianzar las plataformas multimedia.

Ambos medios, es claro, creen que la red es una forma de salvación. Quizá tengan razón: el descenso de sus cifras podría deberse al desplazamiento de sus lectores. Y un diario debe moverse, en ocasiones, hacia plataformas que permitan acceder a nuevos públicos. La estrategia no es nueva: la revista The New Yorker está también en un proceso de transición fuerte, que no dejará de un lado su versión impresa, pero le permitirá atraer más lectores a través de las aplicaciones en teléfonos inteligentes. Para estudiar ese campo abrieron durante tres meses su archivo en internet de manera gratuita. Nick Thompson, director de la página de la revista, dijo en una entrevista reciente: “Eso nos permitirá saber cómo reacciona la gente a lo que publicamos y utilizar esos datos para establecer los parámetros de nuestro muro de pago”.

Una estrategia parecida pretenden utilizar Libération y Le Monde. La inyección de capital (18 millones de euros en el caso del primer diario) y el refuerzo de sus plataformas en internet harían pensar que los diarios y revistas van a perecer en su forma física. La difusión en la red es en muchos sentidos más barata y alcanza públicos que antes eran inexistentes.

Sin embargo, trasladar el contenido a la red, sólo trasladarlo, ¿es una solución real, efectiva? ¿Cuál es la clave para aumentar el número de lectores y su interés en productos que, además, no sean de fácil consumo y que sobre todo les dé la oportunidad de pensar y preguntarse sobre su entorno? Hacer textos largos y bien investigados (como los que publican The New Yorker, El Malpensante o The Atlantic) es apenas el primer paso de una cadena que, entre otros requisitos, obligará a replantear las estrategias de circulación. Un buen texto no siempre asegura una buena lectura. Una noticia rápida dará clics, pero eso no asegura su calidad. Publicar y distribuir tienen ahora nuevos significados. 

Juan David Torres *

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