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Congratulaciones, magistrado Giraldo: usted gana

Cecilia Orozco Tascón
26 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Ni siquiera por vergüenza con los suyos, el consejero de Estado William Giraldo renunció cuando le correspondía, es decir, hace un año.

La conducta de este personaje de corta estatura, que ha recurrido al intríngulis judicial para alegar el derecho inexistente a su permanencia en el cargo, es contraria a la majestad que la sociedad espera de sus jueces. Con su comportamiento, el señor Giraldo, en cambio, ha hecho enrojecer a quienes nos enorgullecimos de algunas de las cortes con que contaba Colombia, antes de que estas fueran infiltradas por abogados mercantilistas que están festinándose la justicia y sus recursos. Giraldo será recordado como el magistrado indigno que intentó, por todos los medios, perpetuarse en su silla aun después de haber cumplido la edad de retiro forzoso (65) contemplada por ley, y a pesar de tener asegurado un retiro muelle gracias a su pensión de alrededor de $20 millones, suma que jamás verá el 99,99% de los jubilados.

Han pasado ocho días desde cuando Giraldo, empujado por las críticas y no motu proprio, asegurara en El Espectador —en contra de la evidencia— que no estaba “aferrado al puesto” y que renunciaría “próximamente”. Pues bien, nos hemos enterado de que ya incurrió en otro de sus trucos. Presentó, en efecto, su renuncia, pero lo hizo de manera motivada (tal vez previendo quedarse o para presentar reclamación, por perjuicios, en el futuro) y solo a partir del 16 de marzo. Intenta ganar un mes más de sueldo y tiempo, mientras la Sala Disciplinaria del Consejo de la Judicatura, la misma del carrusel de las pensiones falsas que ha favorecido a otros togados, decide por segunda ocasión y en última instancia si este sujeto seguirá calentando el puesto hasta que le plazca.

Giraldo es un diamante en bruto. Llegó al Consejo de Estado después de pasar por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, sitio en donde tuvo una actuación inolvidable. A él le correspondió fallar, en 2009, una demanda de un negocio de regular reputación conocido con el nombre de Federación de Municipios, contra la Alcaldía de Bogotá. La Federación pretendía que el Distrito y la Nación, a través del Ministerio de Transporte, le pagaran el 10% de lo recaudado por multas y sanciones de tránsito desde el año 2002, lo que equivalía a $43 mil millones, sin contar los intereses generados. Resumiré lo que sucedió:

El expediente ingresó a su despacho el 28 de abril de 2009; el 29, el honorable Giraldo ya había estudiado el caso y registrado su fallo en contra de la ciudad y a favor de la demandante. Al otro día, el 30, el ponente presentó su proyecto a una sala incompleta porque en vez de tres magistrados, había dos por ausencia del tercero. Como el segundo miembro de la sala se opuso a su decisión, Giraldo consiguió, en minutos, una conjueza sin sorteo público ni aviso a las partes. Más se demoró el gallo en cantar tres veces que él en lograr la mayoría con la recién llegada. Los dos firmaron y, horas más tarde, Giraldo se retiró del tribunal para siempre. ¡Bonito ejemplo de eficacia y transparencia judiciales! La ciudad se ha salvado de pagar la millonaria cifra porque interpuso tutela y la Corte Constitucional suspendió los efectos de lo sentenciado.

Paradójicamente, el autor del esperpento fue premiado con ascenso al Consejo de Estado, justo el sitio de donde, hoy, no se quiere ir. Han reiterado su apoyo al consejero estrella 18 de sus colegas. La Sala Disciplinaria lo hará pronto. Lo están aplaudiendo hacia dentro una decena de los miembros de la Corte Suprema y al menos uno de la Constitucional. Veremos, pues, a Giraldo, oculto bajo la capa de juez, varios años más. A usted, felicitaciones. A la moralidad de la Nación y a la Justicia, mi sentido pésame.

 

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