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¿Construimos metro o salvamos Transmilenio?

Óscar Sevillano
19 de noviembre de 2015 - 03:07 a. m.

En el año 2000, cuando en Bogotá se estrenó el sistema Transmilenio, muchos ciudadanos pensamos que por fin la capital del país comenzaría el paso definitivo a la modernización del transporte urbano, que sólo era cuestión de darle las adecuaciones necesarias para que, cuando se implementara a lo largo y ancho de la ciudad, su calidad no desmejorara.

Lamentablemente no fue así. Bastó con que a la Alcaldía de Bogotá llegara un líder político con un pensamiento distinto a quienes se dieron a la tarea de su creación, para que la calidad del servicio que en un comienzo mostró, desmejorara con el paso del tiempo, al punto en que lo que un día fue una bendición, hoy parece todo lo contrario.

No era necesario ser un experto en movilidad para saber que si se instalaba el servicio de Transmilenio en una localidad como Ciudad Kennedy, por ejemplo, donde se dejó la Estación de Banderas como intermedia, como mínimo se debían dejar rutas que salieran desde ese punto, porque a él llega gran parte de la población que reside en esta zona de la capital; sin embargo, la administración de Luis Eduardo Garzón, quien inauguró este tramo del sistema Transmilenio, fue incapaz de percatarse de este detalle y dejó que todas las rutas iniciaran su trayecto desde el Portal de las Américas.

Como es de imaginarse, en el momento en que las rutas llegan a Banderas para recoger a los pasajeros que salen de allí, ya se encuentras saturadas. La molestia de los ciudadanos que deben llegar a determinada hora a sus destinos no se hace esperar, no solo por la demora de los articulados, sino porque una hora antes tuvieron que soportar la larga espera de un bus alimentador que los lleve a este sitio.

Las administraciones de Luis Eduardo Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro tampoco se percataron de que con la salida de los buses y busetas tradicionales de las avenidas y vías principales de la ciudad, los problemas que estas presentaban automáticamente se iban a trasladar al Transmilenio.

No es extraño entonces que al interior de los buses articulados se encuentren vendedores ambulantes, personas pidiendo limosna y, lo que es peor, atracadores y abusadores sexuales esperando a una víctima para hacer de las suyas.

La falta de prevención y abandono del sistema Transmilenio durante las tres últimas administraciones hizo que el factor de inseguridad que a diario se vivía al interior de los buses y busetas tradicionales se haya trasladado a los articulados, y la solución no aparece ni en el mediano plazo.

Es por esto que no se puede pedir una total concentración del nuevo alcalde de Bogotá en la creación de un sistema metro para Bogotá, mientras no se le dé una pronta solución a los males que hoy padece Transmilenio, uno de esos, la inseguridad, que no se puede resolver instalando al interior de las estaciones determinado número de auxiliares de la Policía, porque, en primer lugar, estos no están lo suficientemente capacitados para reaccionar ante los problemas de crimen urbano que allí se vive en el día a día y, en segundo lugar, porque para desgracia de ellos mismos, la delincuencia ya los conoce y no les produce el mismo efecto que sí les causa un efectivo de la Policía.

Es triste ver la manera en que se descuidó el sistema Transmilenio, que en sus inicios fue uno de los símbolos de la capital del país y el sinónimo de su paso a la modernización. Es por esto que estoy de acuerdo con quienes piden, a grito entero, se le dé una mano para sacarlo del caos en el que hoy se encuentra, sin que necesariamente nos olvidemos que Bogotá tiene derecho a tener un metro.

@sevillanojarami

 

 

 

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