Contrato Paz para Montes de María, ¡ya!

Cristo García Tapia
20 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

El presidente Santos no puede dejar la Casa de Nariño, ni Simón Gaviria la dirección del Departamento Nacional de Planeación, DNP, ni Rafael Pardo el Ministerio del Posconflicto, sin dejarle a los montemarianos, debidamente estructurado, financiado y encarrilado, el Contrato Plan para la Paz de los Montes de María, suscrito con los gobernadores de Sucre y Bolívar como uno de los logros más efectivos del Acuerdo de Paz, posconflicto, suscrito con las Farc-EP.

Epicentro por más de 30 años del conflicto armado al que se puso fin con el acuerdo antedicho, los Montes de María lo componen 16 municipios con un área total aproximada de 6.300 kilómetros repartidos en las jurisdicciones de Sucre y Bolívar, cuyos niveles de pobreza rebasan el 50 %, y los de concentración de la propiedad de la tierra exceden el 80 %.

Fue aquí, en estas lindes, que la barbarie paramilitar cortó cabezas, descuartizo, abrió vientres, quemó la simiente, despojó la tierra ancestral, desplazó al habitante aborigen, ejecutó la violencia en su expresión más degradada.

Aquí, en estos pagos de campesinos pacíficos sembradores inmemoriales del pan coger, de cantadores de décimas, de tocadores de gaita y tambor, quedó la abominable huella de un poder invisible, todopoderoso, al que otro poder visible le sirvió de aliado para que, válido de la treta de la ideología, arrasara, matara, despojara impunemente.

Y muertos, degollados, descuartizados, desfigurados el rostro y la memoria se quedaron apilados en sus cementerios, que entonces ya fueron más grandes que sus pueblos,  muchos de aquellos; despojados, desplazados, errantes, sin noche y sin amanecer, en el limbo de la desesperanza y con el puñal de la incertidumbre destrozándoles las tripas y el alma, los otros, los que alcanzaron a correr y no volvieron la mirada.

Y ahí siguen los muertos, los matados, abandonados y tristes. Y por acá y por allá y cada vez más desamparados y desperdigados del origen, los corridos. Nadie los recuerda como no sean los delegados de cualquier despacho oficial que en cada aniversario de sus tragedias vienen a recordárselas; a restregarles sobre su herida lacerante y despiadada la sal y el limón de la impunidad total

Estos, esos, aquellos, son, presidente Santos, los colombianos de los Montes de María, los que quedaron vivos de las sucesivas masacres pero no se salvaron del despojo y del desplazamiento, los que claman con la voz del alma y del derecho resarcimiento del agravio causado, del aniquilamiento de sus vidas, familias, identidad, territorio.

A esos, presidente de Colombia, óigalos por una única vez en su historia de sufrientes en todos los tiempos, en todos los gobiernos, en todas las violencias.

Atiéndalos en su travesía de ignominias, de desheredados de todos los derechos, de parias de las inequidades y aberraciones de la desigualdad.

Y no es mucho cuanto demandan, presidente, es poco, muy poco, apenas una cuarentava parte por departamento, Sucre y Bolívar, de lo que cada año “invierte” el país en corrupción; en el pago abultado de favores, en la “construcción”, reproducción y reconstrucción del poder; en el combustible contaminante y altamente tóxico de la corrupción.

Esa saludable cucharada de jarabe social para los Montes de María, a través de la herramienta de gestión de la inversión pública en la reconstrucción de un territorio arrasado por la violencia en su institucionalidad, desarrollo humano, económico y social, que es el Contrato Plan para la Paz de los Montes de María, diseñado por el DNP, es la dosis indicada para empezar a resarcir y a reconstruir el territorio en su componente esencial, en su lastimadura sangrante: en el tejido humano y social.

Si el Contrato Paz está diseñado para reconstruir el territorio montemariano en su componente humano, social, económico, identitorio, es pertinente decir que todo en él es precario y no da espera en los 16 municipios de Sucre y Bolívar que lo conforman como un todo: las vías, vivienda, agua potable, saneamiento básico, electricidad, salud, educación, deporte y recreación, agricultura y medioambiente.

Que con el Contrato Paz, presidente, comience, ¡ya!, a materializarse el posconflicto en los Montes de María, Sucre y Bolívar; a verdecer, ¡ya!, los brotes del fin del conflicto social que más de 50 años de guerra, masacres, despojos, desplazamientos y violencias de todo tipo aposentó en tierras en las que solo el sonido de la gaita y el tambor despertaban en la alta medianoche a los campesinos, y en el alba el canto del mochuelo y el vuelo raudo y musical de la guacharaca.

Todos a una, presidente Santos, DNP, ministro Pardo, de la mano con los montemarianos, con Édgar Martínez Romero y Dumek Turbay, gobernadores respectivamente de Sucre y Bolívar, siembren del pan coger de la Paz estos Montes de María, espanten con obras efectivas el fantasma de la guerra, de las masacres, del despojo, del desplazamiento y la desesperanza; del miedo a volver a perecer.

¡Adelante!

@CristoGarciaTap

 

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