En el círculo de los creyentes de estos acuerdos y del mercado global, considerar subsidios no es solo cuestionable, sino casi una herejía frente a la noción de la “competencia perfecta”.
En el documento “Reporte de la Situación Mundial de las Energías Renovables 2015”, elaborado por la Red de Política de Energía Renovable para el Siglo XXI presentado en la COP 21, resaltan algunos datos sobre inversión y subsidios. En el documento se indica que la inversión acumulada en energías alternativas a nivel mundial durante el 2014 fue cercana a los 270 mil millones de dólares. Una cifra bastante significativa que mantiene una tendencia importante de incremento de este tipo de inversión. Esto ha permitido que ahora esta clase de fuentes de energía represente del orden del 23% de la oferta mundial de energía, si bien un 73% de las alternativas son energía hidráulica. Sin duda un incremento valioso, aunque concentrado en unos pocos países (China, Estados Unidos, Alemania, Brasil y España).
En el informe se subraya que la oferta energética de fuentes alternativas podría ser mejor si se desmontaran los subsidios a la energías convencionales. Dan una cifra impresionante, por el contraste con la inversión anual en fuentes alternativas y por lo que permitiría orientar a otros temas de política pública. Se menciona un amplio rango, con subsidios cuyo monto acumulado a nivel global puede estar entre los US$500 mil millones (cifra dada por la Agencia Internacional de Energía) y los US$5,6 millones de millones anuales (estimada por el Fondo Monetario Internacional). El rango lo explican según “cómo se defina y calcule el subsidio”.
Muchos artículos de los acuerdos esperados en la COP serán bastante retóricos si no se desmontan esos subsidios a las energías fósiles y nucleares. Con seguridad seguiremos viendo a las grandes empresas petroleras y de carbón del mundo persistiendo en desvirtuar la urgencia de los cambios requeridos a todo nivel. El foco de muchas organizaciones sociales tendrá que ser en consecuencia en el sentido contrario, a favor de mejores alternativas energéticas y una muy superior racionalización del uso, empezando por reducir el consumismo.
En Colombia en las altas cortes se está analizando una demanda frente al abuso de los subsidios por parte de las petroleras internacionales, que en total en los últimos años suman más de nueve billones de pesos de impuestos que el gobierno nacional ha dejado de cobrarles. Empresas que ahora pretenden, algunas de ellas, un reembolso de impuestos, los que pagan, debido a la reducción en el precio del petróleo. ¿Cuánto se podría hacer con esos nueve billones en materia de energías alternativas diferentes a biocombustibles que ya reciben exenciones tributarias o de soluciones energéticas para quienes no están conectados al sistema?. Una opción de inversión son las estufas eficientes para las 1.6 millones de familias que dependen de leña para proveerse sus alimentos. Otra es una agricultura menos demandante de insumos derivados del petróleo. También podrían orientarse a inversiones para promover hábitos alimenticios con menor impacto en la salud. O habría una financiación adicional de la reparación de víctimas o de la educación superior en el país.
En esto de los subsidios a las energías convencionales convendría que los gobiernos fueran más consecuentes en su retórica de dejar que los mercados actúen, y de paso cobrar los impuestos al carbono por el uso de tales combustibles. Esperaría uno que las empresas petroleras serias y responsables aceptarían este tipo de cobros y de desmontes de subsidio como parte de su responsabilidad social empresarial.