Coraje

Carlos Villalba Bustillo
23 de enero de 2009 - 01:47 a. m.

GINA PARODY LE HA DADO UN ejemplo al país.

Un ejemplo más elocuente que otros en los que ha mostrado, sin afeites ni velos, los rasgos de una personalidad que no transige con la táctica de desmentir, cuando se interviene en política, en la alta política, lo que se predica con lo que se practica. A la senadora Parody no le gusta la doble faz del dios Jano en el comportamiento de los dirigentes que adquieren responsabilidades de Estado.

Sus renuncias al Senado y al Partido de la U revelaron que tiene muy clara la diferencia entre los apetitos personales de un jefe de Estado y la encarnación de los intereses generales. Por eso hizo ella un deslinde entre sus sentimientos de amistad, afecto y gratitud con el Presidente, y la supremacía de las instituciones, el turno de las generaciones en el destino de un pueblo y la dinámica de una democracia que requiere depurarse.

Tan distorsionada está la mentalidad de los colombianos en relación con lo que deben ser las lealtades y los disentimientos en la política, que la decisión de la doctora Parody la están calificando los fanáticos como una traición, cuando es todo lo contrario: un acto de honradez consigo misma, con el Presidente y con su partido, pues su salida sustituye un voto adverso para otra reelección que no comparte por el voto favorable del caciquillo santandereano que la sucederá, o sea, de un Yidis con pantalones.

Dos proyectos desaprobados por Gina Parody anteriormente son, hoy día, dos pruebas de que un enfoque torcido de cualquier política oficial la lleva al fracaso si el gobierno que la concibe cree que, imponiéndola a los tiestazos, engaña a la opinión. Allí duermen abandonadas una Ley de Justicia y Paz inaplicable, y una reforma política sin dientes. Todo porque el ingrediente personalista o de conveniencia electoral se amasa con el manejo ineficiente del Estado y con la corrupción. El Congreso aumenta su desprestigio y la parapolítica continúa enquistada, burocrática y económicamente, en los departamentos y los municipios.

Pero en los sectores sociales donde el interés en la política no depende de la capacidad de pago del Gobierno, ni de la solidaridad bien recompensada de sus borregos en los partidos de la coalición, el gesto de Gina Parody cayó bien y mereció respeto, porque su curul en el Senado y su militancia en el Partido de la U no dependían de un precio. Tenían connotación política e inspiración patriótica. Es lo que trasluce la sinceridad de ese gesto.

Erich Fromm decía que el hombre, por la brecha que se abre entre su tendencia gregaria y su naturaleza humana, basa el curso de su vida en dos orientaciones: la que lo aproxima al rebaño y la que lo impulsa a usar la razón sin tener que consultar oráculos más altos. Al aislarse con dignidad en un acto consecuente con sus convicciones, la doctora Parody no hizo cosa distinta que atender un reclamo de su conciencia y cumplir con una exigencia de su carácter.

Una lección de coraje para Roy Barreras y para todo el Partido Conservador.

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