Entorno recesivo

Salomón Kalmanovitz
03 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

El Banco de la República redujo fuertemente su tasa de interés en la reunión del 30 de junio. Que haya decidido bajarla 0,50 %, y no el 0,25 % con que generalmente juega, revela que la mayoría de su Junta Directiva está más preocupada con el escaso crecimiento que con la inflación.

El informe del Banco muestra que “para el segundo trimestre de ventas al por menor, de confianza de los consumidores y de la encuesta mensual de expectativas económicas, indica un crecimiento del consumo más débil que lo estimado. El comportamiento de las importaciones de bienes de capital sugiere que el crecimiento de la inversión distinta a obras civiles y construcción sería bajo”. Eso significa que las proyecciones de crecimiento económico del Banco de sólo 1,8 % anual, más pesimistas que las del propio Gobierno, no se van a cumplir.

Hubo otra consideración en relación con el nivel de la tasa de interés del Banco que quedó en 5,75 %, contra una inflación de 4,4 %, lo que hace que la postura de la política monetaria siga siendo contractiva. Esta fue importante para que se tomara la decisión unánime de tornarla eventualmente expansiva.

La decisión sobre la tasa de interés fue dividida, cuatro contra tres, en la que la minoría consideró que la inflación no está controlada del todo. Se advirtió que se le está agotando el espacio dado por la baja de precios de los alimentos, pues estos difícilmente continuarán su curso descendente durante el segundo semestre y la Junta parece resignarse a no lograr meterse dentro del rango de su meta de 2-4 % anual. No ayuda que se haya deteriorado la perspectiva del mercado del petróleo y con ello aumente el riesgo con que se percibe al país, a la vez que se intensifica la devaluación del peso. En efecto, de cotizaciones que gravitaban alrededor de $2.900 por dólar hasta hace una semana, se cerró en $3.048 el pasado viernes. Como todo está conectado, los precios de los bienes importados terminarán subiendo y esto debe alentar aún más la inflación.

El deterioro en la confianza sobre la administración Trump le está pasando factura al valor del dólar y eso ha frenado un poco el ímpetu de nuestra devaluación. A su vez, el bajo precio del petróleo parece haber afectado la producción norteamericana basada en yacimientos de esquisto, más costosos de explotar, y eso puede dar otro respiro a nuestros ingresos externos. Sin embargo, según Bloomberg, las proyecciones de precios del petróleo de los grandes los bancos internacionales, que habían alcanzado los US$60 o aún más por barril hasta hace poco, ahora contemplan que los precios no alcancen los US$50 por barril y la mayoría se planta en US$47,50.

Lo cierto es que la Junta del Banco quedó alarmada con la creciente debilidad de la actividad económica, donde ya no es sólo el deterioro del ingreso originado por la caída en los precios del petróleo, sino también los efectos multiplicadores que se diseminan por doquier y que remata el recorte del gasto público. Todo esto se manifiesta en un aumento significativo de los excesos de capacidad de la economía e incremento del desempleo.

El ministro Cárdenas afirmó que la economía había completado un ajuste ordenado y exitoso del choque sufrido a los fundamentos macroeconómicos (aunque dijo fundamentales, que es un anglicismo) y que la decisión de reducir la tasa de interés debía ser interpretada como una muestra de fortaleza y no como de debilidad.

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