Cristales y vinos

Hugo Sabogal
08 de octubre de 2011 - 11:00 p. m.

Michael Halstrick es uno de los herederos de la casa Swaroski que está al frente de los vinos de la bodega argentina Norton.

En 1989, Gernot Langes Swaroski, uno de los herederos de la famosa firma de cristales, decidió ampliar su negocio de vinos, representado hasta ese momento por una pequeña casa vitivinícola en Austria. Lo hizo mediante la adquisición de Bodega Norton, una de las más antiguas de Argentina. Langes Swaroski se había enterado por aquellos días de que el país suramericano —que produce vinos desde el siglo XVI— era un ‘gigante dormido’ y estaba destinado a ocupar un lugar prominente en el círculo de excelencia de los vinos mundiales. Y él quería ser parte de esa historia, igual que sus antepasados lo habían hecho en el universo de la joyería de lujo. Langes Swaroski sabía que la tarea no iba a ser fácil, especialmente porque debía delegar el manejo de su nueva propiedad en alguien cercano. Ese alguien terminó siendo Michael Halstrick, su hijastro, quien desde muy joven había mostrado interés por el idioma español y, en particular, por la cultura latinoamericana.

A pesar de que Norton había alcanzado alguna notoriedad desde su fundación, en 1895, era, en esos momentos, una bodega con más pasado que porvenir, pero con un activo muy significativo: estar ubicada en Luján de Cuyo, el distrito vitivinícola más reconocido de Argentina.

Para conocer a fondo el oficio y el reto de producir vinos de calidad, Halstrick trabajó en Norton en todos los oficios y posiciones de la empresa: desde las tareas agrícolas, hasta los procesos de embotellamiento. Incluso, fue, por algún tiempo, el único ejecutivo del departamento de exportación de Norton, hoy presente en 60 mercados internacionales.

Luego, como encargado total del negocio (en calidad de presidente y CEO), se dio a la tarea de modernizar la bodega y comprar fincas circunvecinas, hasta completar 1.265 hectáreas de viñedos propios. Quizás su mayor reto ha sido conformar un equipo de trabajo, que piense en Norton como una opción de vida presente y futura, como ocurre en la joyería de alta precisión. Y hoy cree haberlo logrado.

Igual que en el mundo de las piedras preciosas, Halstrick es amante de lo artesanal y, por ello, ha decidido mantener vigente el proceso de cosechar a mano, planta por planta, para conseguir uvas sanas y aptas para elaborar vinos sin aristas ni defectos.

Y si Swaroski, como compañía de lujo, está enfocada en satisfacer los anhelos más íntimos de sus clientes, Halstrick también se ha propuesto hacer lo propio con Norton. Por tal razón, no quiere ver al vino como un producto masivo y sin personalidad, sino como reflejo profundo del lugar de origen. Para él, los vinos de Norton deben reflejar a Mendoza y Luján de Cuyo, como un diamante habla de su tallador.

Su gran aliado en esta tarea es el enólogo mendocino Jorge Ricciteli, quien ha interpretado al pie de la letra los principios de Halstrick, transformando el sencillo jugo fermentado de uva en una bebida discreta y elegante, que nunca invade los sentidos, sino que los mima y los potencia.

Me sorprende, no obstante, que, ante metas tan exigentes, los productos de Norton mantengan, de manera permanente, una política de precios asequibles. En este sentido, Halstrick me insiste en que su propósito es hacer vinos para beber y no para guardar. “Queremos hacer felices a todos aquellos que disfrutan de una copa de vino, independientemente de su condición social o económica”. Y me recalca: están hechos tanto para el que sabe como para el que recién empieza.

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