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Críticas a los críticos

Paloma Valencia Laserna
25 de enero de 2013 - 10:00 p. m.

El negociante De la Calle pretende confundir a la opinión pública al decir que el gremio ganadero usa métodos “truculentos” para criticar el proceso con las Farc.

Las observaciones de los ganaderos son, por una parte, la crítica filosófica al proceso, y por otra, a las propuestas especificas de las Farc.

La crítica al proceso se fundamenta en que una negociación con los violentos en los términos en que se está haciendo nos aleja de la paz, pues debilita la institucionalidad y la capacidad del Estado de hacer cumplir la ley. Al mismo tiempo, les da aliento a los otros grupos armados a persistir en la violencia, el narcotráfico, el secuestro y todas esas atrocidades para merecer el mismo trato que las Farc.

Los hechos que ha vivido el país en los últimos días muestran que son observaciones muy ajustadas a la realidad. Una negociación así, con un altísimo costo para la institucionalidad, tampoco nos dará la paz. El país lo comprobó con la tregua. Si se cumplió en un 80% —como afirman los estudios— es evidente que las Farc ya no son el actor fundamental de la violencia en Colombia. Las bacrim las han superado en control territorial y crueldad. El mensaje además ha sido interpretado por los violentos como se había previsto: el Eln inició una escalada violenta en busca de entrar a la negociación; buscan ser tan violentos como las Farc para recibir el mismo premio.

El segundo grupo de críticas se refiere a la agenda de negociación y a las propuestas de las Farc. El Gobierno parece no leer los comunicados de las Farc, o menospreciarlas infinitamente. Este grupo lleva librando una guerra durante 50 años para imponer un sistema socialista en Colombia. Un modelo que sólo subsiste en Cuba y que se implementa en Venezuela. Pretende ahora el Gobierno mostrar como posible un acuerdo con una visión extremista como esa. Eso no es posible.

La desigualdad y la pobreza de nuestro país es un problema que nos duele a todos; más aún en el campo. Ningún colombiano se siente ni se ha sentido satisfecho con esa realidad. Infortunadamente no existen formulas mágicas para hacerlo. Las Farc no están aportando nada al debate salvo un discurso lleno de propuestas ya fracasadas en los países en que se aplicaron.

La política busca el bienestar de la sociedad. Las diferencias ideológicas se deben precisamente a la discusión en torno a cómo se llega a los resultados. Cada ideología presenta alternativas y recetas distintas, y es la voluntad soberana la llamada a elegir entre las opciones. Colombia respaldó abrumadoramente las propuestas del expresidente Uribe y por eso fue elegido Santos. El presidente decidió apartarse de ese mandato popular y preocupa que ahora mediante esta negociación esté pensando en imponerle las recetas de las Farc al país por vías no democráticas. Si este gobierno llega a acuerdos con las Farc, estos deben ser sometidos a la refrendación popular, pues si Colombia es coherente, los rechazará enérgicamente.

No le conviene al santismo presentarse ante la opinión pública como quien contiene las críticas verbales que hace la sociedad civil a las Farc y al proceso, pues es ese mismo gobierno el que se muestra conciliador con los narcoterroristas, cuyas “críticas” no han sido propiamente palabras.

 

 

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