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Crueldad bélica y clamor por la paz

Luis I. Sandoval M.
08 de diciembre de 2013 - 11:00 p. m.

Escribo esta columna cuando la televisión acaba de pasar las imágenes de la atroz acción, todo indica realizada por las Farc-Ep, en el poblado indígena de Inzá, Cauca. Y no puedo dejar de recordar las imágenes, también atroces, del bombardeo de las Fuerzas Armadas contra el ELN, hace diez días en Caño Grande, Municipio de Tame, Arauca.

En Inzá se informa que murieron nueve personas, la mayoría militares, y fue destruido el cuartel de la Policía, se reportan también varias decenas de heridos. En Tame se informó que diez guerrilleros fueron abatidos y dos insurgentes heridos fueron capturados.   

Repudiables los dos hechos de guerra referenciados, otros muchos se podrían citar que producen incertidumbre en la opinión pública sobre la suerte de los diálogos con las FARC en medio del conflicto y sobre los que, al parecer, podrían abrirse también con el ELN, igualmente en medio del conflicto según aceptó en los últimos días esta guerrilla, una vez liberado el ingeniero León Andrés Montes Ceballos quien permaneció más de 16 meses secuestrado por ellos.

Colombia no quiere más esta nefasta confrontación armada que ya no es desde la orilla de las guerrillas una guerra de liberación social y política de los pobres, y que nunca ha sido desde la orilla de las élites gobernantes una defensa legítima del establecimiento. En ambas orillas la confrontación está absolutamente deslegitimada. A este conflicto armado colombiano,  ciertamente político pero ahora pernicioso por autodestructivo, hace rato el país le infrigió una derrota moral. Más del doble de la población colombiana, esto es, cerca de 100 millones de personas han salido a la calle en los últimos 22 años para decirle no a cada actor armado y sí a la solución política.

Existe un mandato de paz del constituyente primario no superado por ninguna de las elecciones ganadas por la “seguridad democrática”. Frente a la prolongación y la crueldad agobiante del conflicto es creciente el clamor social por la paz que en primer lugar pide cese bilateral de fuegos o, cuando menos, acuerdos humanitarios que alivien el sufrimiento de la sociedad, los soldados y los guerrilleros, mientras se desarrollan y concluyen en acuerdo los diálogos de paz. En virtud del civilismo radical de las luchas sociales, la paz madura como un proyecto de país justo y democrático a través de un proceso de movilización, deliberación, mandato y unión por la paz en todas las regiones y sectores sociales: estudiantes, mujeres, indígenas, campesinos, víctimas, etc.

Este movimiento social por la paz en ascenso, de momento identificado como Clamor Social por la Paz, realizará importantes acciones en la segunda semana de diciembre: ya está para firma de organizaciones, ciudadanos y ciudadanas, una Carta abierta al Presidente Santos y a los Comandantes Timochenko y Gabino para apoyar las conversaciones que en tiempo razonable concluyan en efectivos acuerdos de paz, también para que decidan un cese de fuegos bilateral entre esta Navidad y el 7 de agosto de 2014.  El clamor no es un ruego, es una exigencia de pactar la paz por comprobada inutilidad política de la confrontación. 

El 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, habrá actos en todo el país en solidaridad con las víctimas del conflicto y el día 13 se realizará una amplia Cumbre Social de Paz que adoptará un calendario de acciones para el 2014. El análisis del proceso de paz en curso lo introducirá el Profesor Marc Chernick de la Universidad de Georgetown. Desde abajo y desde la periferia la sociedad se constituye progresivamente en actor central de la paz.

lucho_sando@yahoo.es

 

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