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Cuando pelean los grandes

Enrique Aparicio
09 de septiembre de 2014 - 01:53 p. m.

A nosotros, los ciudadanos de a pie que vivimos hace más de 30 años en Holanda, nos llueve toda clase de información que finalmente nos lleva a sentirnos como unos idiotas cuando la política entre países titanes toma la palabra en las primeras páginas de los periódicos, pues parece que no entendemos nada.

Putin vs la Unión Europea. Como noticia de superficie, o sea a la que no hay que ponerle atención pero que finalmente es la que impacta, leemos las amenazas que lanza la Unión de sancionar aún más a Rusia. Entonces comienzan las estadísticas, es decir, los rusos bombean, envían o exportan hidrocarburos que cubren alrededor del 30% de las necesidades de países como Alemania y que pueden llegar a ser el 100% de las de pequeños países del Este pertenecientes a la UE. Esto nos impulsa a imaginarnos que en una bravuconada los soviéticos pueden obligar a los ciudadanos en Europa a leer a punta de vela.

Acto seguido, obvio, los rusos se quedarían sin plata para la compra de bienes básicos que les proveen los europeos, ya que más o menos el 40% de las importaciones rusas se originan en la UE.

Resumamos: los rusos muertos de hambre y la Unión a punta de vela y a calentarse con leña el próximo invierno.

El escenario distrae y deja la sensación de que "la cosa está grave". Pero grave ¿para quién?, ¿para las grandes empresas?, ¿para los acuerdos entre gobiernos?, ¿para quién? La respuesta es muy simple: para el pequeñísimo comerciante, el exportador o importador que logró mediante esfuerzos superiores a sus fuerzas vender o comprar productos entre esas dos áreas comerciales. El que vendía manzanas u otros productos del campo, el que logró un buen nicho en el comercio o industria a punta de pérdidas y ganancias.

O si no, preguntémosle a los floristas colombianos, que por cuenta de las famosas sanciones también algunos de ellos han tenido que correr como locos a buscar bancos y medios financieros para poder continuar con un relativo buen mercado ruso, ya que algunos bancos intermediarios no quieren recibir dinero de clientes rusos como consecuencia de las sanciones.

Lo cruel de la noticia no ilustrada por la noticia de superficie es que el avión lleno de familias holandesas, malasias, australianas y de otras nacionalidades, derribado en forma cínica el 17 de julio, va quedando en segundo plano y ha perdido fuerza, pero, eso sí, ha sido utilizado para apretar las sanciones económicas por la metida de pata de los combatientes con nexos rusos en Ucrania. Fíjese usted cómo son las cosas. Pregunta: ¿Nos vamos entendiendo? Por qué yo no. Leo en un periódico que unos militantes pro rusos de un territorio ucranio, jugando al “tiro al blanco” con misiles fabricados por los rusos, acabaron con las ilusiones de 298 personas de las cuales 196 eran holandeses que iban ya fuera en plan de vacaciones con sus hijos, o a reunirse con seres queridos u otros a continuar su aporte a causas humanitarias. Más de veinte familias enteras fallecieron. Supongamos que ni siquiera fueron los militantes sino una falla del avión, de todas maneras esta gente impidió la repatriación de los cadáveres en forma inmediata.

La indignidad que han sufrido los restos de estas personas no tiene parangón. Los tentáculos de la política aparecieron en el lugar donde cayó el avión y durante semanas pararon la investigación hasta que, finalmente, aceptaron colaborar en la repatriación de restos humanos en bolsas plásticas, despojados de anillos y tarjetas de crédito. Un avión holandés y uno australiano, los transportaron a los Países Bajos para su identificación. En este momento se han identificado 193 cuerpos, de los cuales 123 son holandeses. Conforme se han ido reconociendo se han entregado a sus familiares en los distintos países de origen.

Y ahora todo es un circo. Nadie sabe si las sanciones y peleas llegarán a algún sitio, pero hay que comprender la humillación de las familias holandesas de ni siquiera haber podido ir al sitio a buscar los restos de sus seres queridos pues bandas de militantes sin ningún uso de razón, de cualquier sección, creencia o doctrina que sea, impidieron un digno trato a las víctimas de esta tragedia. Es cierto, Rusia tampoco hizo mucho teniendo en cuenta que alguna influencia debe tener en toda esta guerra separatista entre de los pro rusos y el resto de Ucrania.

El escritor Vladimir Sorokin escribió hace poco un artículo que me pareció interesante: “Rusia, embarazada de Ucrania.” Vale la pena leerlo.
http://elpais.com/elpais/2014/07/31/opinion/1406814963_187903.html


Holanda ha llorado sus muertos, pero la crueldad de los actos cometidos ni la historia y ni el tiempo la podrán explicar. Por ahora todos estos salvajes que impidieron la recuperación en su momento de los cadáveres de las víctimas no pueden ser parte de sanciones económicas.

Una vez que se conozcan los detalles de lo que causó esta tragedia es la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya, la que debe intervenir con fuerza para castigar a quienes hayan cometido este crimen de lesa humanidad. Algo utópico pero uno nunca sabe.

Enrique Aparicio Smith
Holanda, Septiembre 2014.

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