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Cuatro temas (más o menos) inconexos

Esteban Carlos Mejía
05 de abril de 2013 - 11:00 p. m.

Chávez, ¡santo súbito! dicen los más cínicos (los más realistas) que cada nación tiene el Gobierno que se merece.

¿De veras? ¿Colombia se merecía los tres huevitos podridos del capataz Uribe? ¿A Juan Manuel Santos, Justo Moderno Seguro? ¿Venezuela se merecía a Chávez, santo callejero? ¿A Maduro? ¿Al pajarito? Nunca se sabe: los pueblos unas veces son muy ignorantes y otras se hacen los sabidos.

Santo resúbito. Francisco, el orillero. Bergoglio parece tanguero: elástico, conservador, histrión. Como Chávez, sabe exprimir los medios de comunicación. Como Cristiano Ronaldo, sabe dónde están las cámaras de televisión. Como Madonna, sabe escandalizar con graciosos desplantes (sotanas sin perendengues, gastos de hotel pagos, lavatorios en la cárcel, rezar en suelos de mármol, cositas así, frívolas, sin mayor trascendencia ideológica, atiborradas de coquetería, eso sí). Bergoglio es el primer Wojtyla del siglo XXI. ¡Que lo canonicen ya!

Lo que se hereda... Ha habido varios tipos de socialismo: feudal, pequeñoburgués, conservador o burgués, tropical, crítico-utópico, real, bolivariano. ¿Pero socialismo hereditario? Vaya atavismo. Del abuelo Kim Il-sung (Presidente Eterno o Gran Líder) al hijo Kim Jong-il (Querido Líder o Gran Dirigente) al nieto Kim Jong-un (Brillante Camarada o Gran Sucesor). ¡Qué asco! ¡Karl Marx debe estar revolcándose en la tumba! ¿Dejará el Partido Comunista de China que su aliado, este hijastrico de torpe motricidad y escasa perspicacia, desencadene una carnicería nuclear?

En un lugar de La Mancha. No pocos escritores menospreciaban a Carlos Fuentes. Lo veían como una especie de gigoló literario porque, al parecer, le gustaba rodar por ahí y tomar cocteles. Pero una cosa es el autor y otra, muy distinta, la obra. Acabo de leer uno de sus últimos textos: La gran novela latinoamericana (Alfaguara, México, julio de 2011). Un repaso erudito y sagaz, en el que, en esencia, confronta dos tradiciones: Waterloo y La Mancha. Waterloo es re-creación, criticar y criticar, pies en la tierra, y sus escritores más insignes son Stendhal, Balzac, Dostoievsky. La Mancha es invención, imaginación, lenguaje, burla y mezcla de géneros. Miguel de Cervantes y Don Quijote, Laurence Sterne y Tristram Shandy, Denis Diderot y Jacques el fatalista: juegos, ironías, excentricidades. “La tradición de Waterloo se afirma como realidad, la tradición de La Mancha se sabe ficción y, aún más, se celebra como tal”. ¿Con cuál se queda usted?

Rabito de paja: “Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y de exterminio. ¡Malaventurados los que en el Gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”. Jorge Eliécer Gaitán. Oración por la paz, 7 de febrero de 1948.

Rabillo: ¿se acuerdan cuando a Uribito se le hacía agua la boca gritándole “caguanero” a todo el que pedía o, al menos, sugería una solución negociada al conflicto armado? ¿Cómo le irá a decir ahora a Pastrana, el nuevo mejor amigo del obsoleto Uribe?

 

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