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Cuentas pendientes

Ramiro Bejarano Guzmán
06 de septiembre de 2015 - 02:00 a. m.

MIENTRAS PERSISTA LA CRISIS CON Venezuela y nuestra soberanía y dignidad nacionales estén amenazadas, como sin duda lo están, nada ni nadie nos hará desistir de la decisión de apoyar al Gobierno, a pesar de errores y vacilaciones.

Esta es la hora de la unión inclusive con los enemigos y malquerientes. Pero, que no se nos olvide cuando todo esto sea cosa del pasado y regrese la normalidad, que hay temas que tienen que discutirse sin tapujos para cambiarle el rumbo a la Nación y para que no se repita esta pesadilla.

En efecto, algo malo o por lo menos raro debe de estar ocurriendo de tiempo atrás en la Cancillería, de lo que no estamos enterados cuando deberíamos estarlo. Todo empieza por una malhadada disposición legal que antes de este gobierno volvió secretos los documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores, como si guardasen datos de la seguridad y defensa nacionales. Es inútil pedir papeles a esas oficinas, porque siempre aparece algún burócrata que henchido de falso nacionalismo está dispuesto a negar cualquier información, por simple o anodina que sea. Esa misma legislación odiosa patentó la lagartería de los pasaportes diplomáticos vitalicios para excancilleres y expresidentes de las altas cortes, por los que se hacen matar algunos magistrados arribistas. Eso en parte explica por qué en algunas cortes no pueden elegir fácilmente sus presidentes.

El resultado nefasto de esa inconstitucional política restrictiva informativa ya es una realidad. Sólo ahora, por ejemplo, nos venimos a enterar de que aquí han feriado la nacionalidad entregándosela a muchos extranjeros que a duras penas saben quién es el presidente. Y, claro, esas naturalizaciones dispensadas con criterios empresariales o para que altos funcionarios paguen favores a sus amigos foráneos, han terminado en que, como lo informó El Tiempo, de 1.840 nacionalizados, en el último año han renunciado a la nacionalidad 1.150. Esos nuevos colombianos renunciaron porque no están dispuestos a asumir cargas tributarias que el resto de nacionales sí padecemos. Mejor dicho, fueron nuestros compatriotas mientras tenían tratamiento fiscal preferencial y todo les salía barato, pero bastó que tuvieran que hacer el menor esfuerzo económico para que desecharan la nacionalidad que irresponsablemente les fue otorgada en nombre de intereses distintos de los simplemente patrióticos. En otros países hacerse nacional cuesta tiempo y esfuerzos; aquí basta tener un amigo sentado en el Gobierno o con influencias palaciegas, porque como además todo se hace en secreto, no hay problema.

Pero eso sería lo de menos; lo peor que estamos viendo en esta emergencia con Venezuela es que estamos solos. Antes del último desastre en la OEA tuvimos el de la Haya, por cuenta del cual perdimos buena parte del mar, sin que ninguno de sus encopetados responsables haya puesto la cara. Recientemente, además de la altanería y los atropellos de Maduro, estamos soportando la hostilidad de ese otro enemigo de Colombia, Rafael Correa, el dictadorzuelo ecuatoriano, a quien de repente y justo ahora le dio por recomendar a los suyos que no vengan aquí a gastar sus dólares. No todo es imputable al actual gobierno sino a las consecuencias de una equivocada política exterior, que no tuvo inconveniente en invadir el Ecuador para matar al guerrillero Raúl Reyes y arrastrar su cadáver hasta suelo colombiano. Todo en nombre de la seguridad democrática.

Y a eso se agrega que Daniel Ortega, virtual tiranuelo de Nicaragua, se acordó de reclamarle a nuestro gobierno que dialogue sobre el fallo de la Corte Internacional sobre límites marítimos. Tenía que ser ahora, cuando el país esta sitiado y en un callejón sin salida. Que curioso eje —Maduro, Correa y Ortega—, concertados para dispararnos por todo y por nada, aprovechando el desorden.

Que no se nos olvide.

 

 

Adenda No 1. Peñalosa candidato del Partido Conservador a la Alcaldía de Bogotá. Quién lo creyera, la ambición rompe el saco.

Adenda No 2. Viendo el giro bochornoso que ha tomado el escándalo de los sobornos en la Corte Constitucional no hay duda de que hay dos clases de abogados: unos que conocen la ley y otros al juez.

 

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

 

 

 

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