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Cultura ciudadana y fútbol

Antonio Casale
30 de junio de 2013 - 07:52 p. m.

La violencia se tomó al fútbol colombiano y nadie asume la responsabilidad. Los muertos producidos por causa del amor a una camiseta se multiplican ante la indolencia de un país acostumbrado a matarse por cuenta de las diferencias.

Pero el hecho de que el fútbol sea tan solo un reflejo de lo que ocurre en la sociedad no justifica tanta pasividad. Las autoridades intentan cubrir este frente como un foco más de violencia y creen que cerrando las fronteras de las ciudades para que las barras no se desplacen como pandillas del viejo oeste, arrasando con cuanto encuentran en su camino, solucionan parte del problema, pero la verdad es que poco han logrado. Lo más grave, hay serios indicios de que varias de estas barras ya están permeadas por mafias de narcotráfico, al igual que por el patrocinio de algunos políticos, quienes a cambio de votos financian sus actividades.

Las autoridades del fútbol lamentan lo sucedido, sancionan a las barras con el cierre de sus tribunas y sacan banderas blancas a la cancha con letreros que rechazan la violencia. Pero no asumen su responsabilidad y dicen que son pocos los hechos violentos que se presentan en los estadios, por lo cual concluyen que no es un problema del fútbol.

Olvidan los clubes de la Dimayor que los muertos se producen como consecuencia del supuesto amor que estos asesinos profesan por un equipo, es decir que el origen de estas riñas sí tiene que ver con el fútbol. En consecuencia, los directivos tienen una responsabilidad que están en mora de asumir. Ellos tienen que entender que el fútbol debería ser la fiesta de la vida, el espejo de reconciliación sobre el cual se debería mirar la sociedad, para que como símbolo hiciera su aporte a la paz de un país que ha adoptado la violencia como estilo de vida; y para que esto suceda, se hace urgente una verdadera campaña, para que ejercer la violencia en las calles, en twitter o en el estadio sea motivo de pena y no de orgullo, como sucede hoy. Es evidente que la escala de valores está al revés, y sólo con la educación las cosas pueden cambiar.

Es por eso que una buena idea, financiada por los mismos equipos de fútbol, procedente de los fondos que reciben por concepto de patrocinio y derechos de TV, sería establecer una verdadera campaña educativa si se parte de las propuestas de la cultura ciudadana de Mockus, cuyos resultados todavía disfrutamos en la capital. El mismo Mockus podría ser el asesor o gestor de esta campaña que redundaría en el bien de los mismos equipos, y por ende de la sociedad. Claro, para eso se necesitaría que la Dimayor apruebe una partida presupuestal, algo poco probable en un mundo que como los otros es gobernado por el rey dinero. Pero que hay soluciones, las hay.

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