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Cultura y Sociedad (I)

Hernando Roa Suárez
04 de diciembre de 2014 - 04:02 a. m.

Es muy grato compartir las siguientes Reflexiones que han sido elaboradas en el intervalo 1969-2014 y que condensan dimensiones de interés especial en América Latina y en nuestro país.

Uno de los grandes temas que he abordado -como periodista de opinión- ha estado enmarcado dentro de la problemática que significa tratar cultura y sociedad. Pues bien, para culminar mis columnas en 2014, he preparado artículos que recogen extractos de esas elaboraciones que deseo poner a consideración de los lectores. Los primeros que abordaré, dentro de la problemática enunciada, son: Nuestra Constitución y la educación; y Leer y escribir, hoy. Veamos.

Nuestra Constitución y la educación. En 2001 celebramos el primer decenio en que los colombianos, con la más pluralista participación histórica, apoyamos una nueva Constitución. Preguntémonos: ¿qué entendemos por nuestra Constitución? Ella puede ser: un nuevo proyecto político; una nueva Ley de leyes; una nueva Norma de normas; un Marco último de fundamentación de nuestro régimen jurídico-político. Cuando pensamos en la Constitución, estamos en presencia de un conjunto de disposiciones con calidad normativa y por ello, como fue sostenido, la Corte Constitucional ha actuado en conciencia para proteger el Estado Social de Derecho.

Nuestra Constitución fue una respuesta a un proceso histórico particular que no es el europeo o el norteamericano. Las realidades en las cuales se inscribe son distintas y por ello sus preceptos están íntimamente ligados al desarrollo económico, político, social, cultural y ambiental que se ha tenido en el último decenio, teniendo en cuenta el contexto internacional.

Tema clave de la estructuración constitucional de 1991, fue el de la educación. Conocemos que, en términos contemporáneos, educar no es instruir; instruir quizás, puede cualquiera; pero, educación es acción y efecto de educar; y educar es potenciar y desarrollar las facultades físicas, psíquicas, intelectuales y éticas del ser humano. La acción educativa, en consecuencia, debe ser prioridad en el desarrollo humano del país.

El aporte constitucional. Un camino, no el único, para acercarnos con precisión a correlacionar la Constitución y la educación, puede ser realizar una revisión contextualizada de los artículos 42, 44, 67, 68, 70, 300, 356 y 366. De su estudio podemos observar que, según nuestra Ley de leyes, la educación es un derecho y un deber; que es a la pareja humana a la que corresponde decidir libre y responsablemente sobre el número de hijos que deben tener; que deben sostenerlos y educarlos mientras sean menores; y que la educación y la cultura son derechos fundamentales de los niños, que prevalecen sobre los demás. Entonces, la educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene función social. Con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura. Complementariamente, es deber del Estado mejorar la calidad de vida de los campesinos y promover su acceso al servicio de la educación.

Asimismo, la educación deberá formar al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia. También, en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico, innovativo y para la protección del ambiente... La Nación y las entidades territoriales participarán en la dirección, financiación y administración de los servicios educativos estatales; las comunidades educativas participarán en la dirección de las instituciones de educación; los integrantes de los grupos étnicos tendrán derecho a una formación que respete y desarrolle su identidad cultural.

Complementariamente, la erradicación del analfabetismo es obligación especial del Estado; éste facilitará mecanismos financieros que hagan posible el acceso de todas las personas aptas para la educación superior. Los planes de desarrollo económico y social incluirán el fomento a las ciencias y, en general, a la cultura... El patrimonio cultural de la Nación está bajo la protección del Estado. Corresponde a las Asambleas Departamentales, por medio de ordenanzas: regular -en concurrencia con el municipio- el deporte, la educación y la salud. Los recursos del situado fiscal se destinarán a financiar la educación preescolar, primaria, secundaria y media... El bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son finalidades sociales del Estado.

Hacia una nueva cultura constitucional. Teniendo en cuenta la distancia existente entre los preceptos constitucionales y la realidad estructural, los gobernantes y la totalidad de las autoridades educativas, están en mora de cristalizar un gran proyecto nacional que permita organizar una nueva cultura constitucional; una nueva pedagogía constitucional, que nos permita conocer y creer en los principios y valores que están consagrados allí. Parece evidente que ante la situación de descomposición y falta de cohesión social existentes, es muy útil institucionalizar el conocimiento y respeto de nuestra Constitución. Como civilistas, debemos ser dinamizadores de su desarrollo. Sólo beneficios deben desprenderse de esta política cultural. Ahora, cambiemos de instancia. Ocupémonos de un tema siempre antiguo y siempre nuevo.

Leer y escribir, hoy. Leer y escribir se me presenta significante porque son caminos decisivos para aprender a conocernos; a comunicarnos; a decir nuestra palabra. Son senderos para afianzarnos ejerciendo nuestro discernimiento e inteligencia.

El arte y el oficio de leer. Frente a la “cultura” impartida por la mayoría de los actuales medios de comunicación, debemos estar atentos para recuperar el amor a los libros y sus lecciones. La lectura bien hecha, es un espacio excepcional que excita al cerebro; lo invita a ser fecundo y a ir conservando, poco a poco -con especial delicadeza- los compañeros inolvidables de nuestra existencia que son los libros. No olvidemos: el libro es un compañero, es un amigo.

Cuando pensamos especialmente en los profesionales de nuestro tiempo, parece conveniente observar la utilidad que tiene el disponer de una lectura interdisciplinaria y transdisciplinaria. Los bárbaros especialistas de que hablaba Ortega, pueden contribuir a la deformación personal y profesional. Al pensar en el leer, deseamos incorporar nuevos conocimientos y vivencias al acerbo que poseemos en un momento dado. Basándonos en Fernando Vásquez, recordemos que, leer bien implica tener una formación previa variada; la posibilidad de penetrar el texto, de abrirlo a la comprensión y correlacionarlo con otros textos y lenguajes: lo icónico, lo auditivo, lo proxémico, y lo kinésico. Ellos facilitan el aprender a leer; también a escribir. Se trata de que leamos bien no sólo las letras sino los lenguajes y, por supuesto, el nuevo del computador. Leer bien no es sólo tener la habilidad de descodificación de logros o juego de interpretaciones. “Es más bien un proceso de abducción; de levantamiento y formulación de indicios e hipótesis sucesivas”.

Leer se me presenta como un proceso de búsqueda, de ir recorriendo el texto y encontrarle sentido. Un camino puede ser el inductivo, otro el deductivo. Leer es realmente escudriñar el texto; buscar cuidadosamente sus mensajes. Nótese que al aprender a leer, nos estamos acercando al conocer; es una  apertura a la cultura. Es decir, a una forma de ver, de vivir y de sentir el mundo, en un momento y espacio determinados.

El arte y el oficio de escribir. ¿Por qué escribir? Porque queremos compartir con los lectores parte de la experiencia, de nuestro aprendizaje; de nuestras formas de ver, vivir, sentir y razonar. Cuando escribimos anhelamos comunicarnos con los otros; exponer nuestras ideas; someterlas a discusión; esperar la contradicción y también, el reconocimiento a nuestra labor.

Escribir es un placer. Escribir nos facilita la comprensión interdisciplinaria de la complejidad política, cultural, económica, social y ambiental, tanto a nivel nacional como internacional. ¿Será cierto que escribiendo aprendemos a ser? Estamos invitados a escribir, porque en pleno siglo XXI, es un camino magnífico para comunicamos; porque sentimos la necesidad de poner a prueba nuestros inacabados conocimientos y reflexiones. Escribir porque debe ser un acto que permita la profundización de nuestra humanización. Escribir nos invita a ejercer un arte y un oficio que requieren constancia, dedicación, cuidado, conciencia crítica y búsqueda permanente por descubrir aspectos nuevos de la realidad que nos entorna. Cuánta razón tuvo Chateaubriand al sostener: “Suprimid de este  mundo el arte de escribir; es posible que le suprimáis la gloria”. ¡Qué difícil escribir bien! ¡Qué bello oficio el del escritor!

Leer y escribir son compañeros. ¿No será usual que, después de una lectura sustanciosa, además del placer que recibimos, nos provoque escribir sobre lo leído o sobre aspectos distintos y complementarios? Leer y escribir, dos formas de manifestarse nuestro idioma; dos verbos claves para el ejercicio del dulce, arduo e histórico oficio de maestro. Leer y escribir van de la mano. Cuán útil saber leer contextualmente para dialogar con la herencia que en ellos se plasma. Ahora, sabemos bien que leer y escribir son dos actividades sustantivas para el ejercicio de la bella vocación del pedagogo y del maestro.

¿Por qué escribo? Escribo, porque sin saberlo, fue surgiendo en mi una vocación que estaba latente y fue eclosionando y perfeccionándose paulatinamente, hasta convertirse en una bella pasión. Escribo porque es un camino para repensar mis saberes en búsqueda y así puedo recuperar y proyectar parte de la experiencia acumulada. Porque escribiendo podemos invitar a otros al ejercicio de la libertad, la práctica de la justicia social y la fraternidad; porque podemos contribuir creativamente a construir la paz. Cuando aprendemos a leer y escribir, nos acercamos a una forma de  pensar; por ello es por lo que la calidad de la lectura potencia o limita el pensamiento.

Escribo porque en medio de la civilización del consumo que nos entorna y bombardea permanentemente -a través de los medios de comunicación y de las redes- es un camino para ser: ser humano consciente de su responsabilidad histórica como persona, como ciudadano comprometido con la institucionalización de la justicia social.

Ahora escribo, porque necesito socializar mis inacabados conocimientos y reflexiones. Escribo para aprender a ser preciso; para no divagar; para dejar constancia de la evolución de mi pensamiento; porque es bello compartir con los demás las creaciones de nuestro ser. Escribo por amor a los educandos, de quienes espero puedan superarme con el devenir del tiempo; también, con frecuencia, escribo con otros para convocarlos a construir Nación, desarrollo y ciudadanía. ¡Cuánto anhelo que leer y escribir sean actos que permitan la profundización de nuestra humanización!

En la próxima columna me ocuparé de Gabo. roasuarez@yahoo.com

Lecturas iniciales

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