Cuota navideña de inseguridad

José Salgar
30 de noviembre de 2008 - 03:00 a. m.

A LAS PRINCIPALES CIUDADES COlombianas llega este fin de año una cuota extraordinaria de austeridad e inseguridad, parecida a una caricatura en la que Papá Noel está en la fila de los que piden al Gobierno que devuelva la plata que ellos entregaron a los estafadores de las pirámides.

Se han puesto de acuerdo los perdedores de dinero por diversas circunstancias, en llegar hasta la Plaza de Bolívar de Bogotá a instalarse con toldos y fritangas a exigir soluciones inmediatas. Desde el lejano sur vino la Minga de indígenas a pedir entrega de tierras prometidas. Después comenzaron a llegar legiones de los que a conciencia negociaron con ladrones, y perdieron. Y desde hace muchos años llegan los grupos de desplazados de todo el país, ya sea por inviernos tan tremendos como el actual o por las desesperantes y eternas narcoparaguerrillas.

Todas estas víctimas creen que la solución está en Bogotá o en ciudades más cercanas, como Cartagena, Medellín y Cali. En su mayoría regresan cabizbajos a buscar en sus pueblos una nueva vida. Pero en las grandes ciudades siempre queda un rezago que entra a los cinturones de miseria y de allí sale la cuota de inseguridad, porque se ven obligados a amenazar o robar para poder comer.

Ese problema es antiguo, pero este año tiene especial gravedad y merece que se recuerden soluciones que en su momento fueron efectivas, como la colonia penal y agrícola de Araracuara, en la que numerosos vagos o delincuentes aprendieron a trabajar y a ser ciudadanos útiles y normales.

Se ha repetido que el peor mal causado por las pirámides ha sido el que la gente deja de trabajar porque le enseñaron a vivir de rentas ilusorias. Una multiplicación de las Araracuaras podría ser un buen objetivo para aprender a labrar la tierra, a no depender de la coca, a comerciar honradamente y a orientar a los hijos hacia una educación que dignifique la vida.

Como la colonia de Araracuara hay muchos ejemplos oficiales y privados de instituciones que ofrecen estudio a quienes tienen voluntad de cambiar rumbos torcidos que los han arruinado, o que son víctimas involuntarias de las grandes tragedias colombianas. Es el caso admirable del cantante Juanes, quien ha encaminado sus éxitos a aliviar los desvalidos por las minas quiebrapatas.

Coletilla: Que no pierdan su tiempo los dedicados a gritar ante el Bolívar de Bogotá, porque es de bronce y es sordo.

 

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