De buenas y malas reformas

Rodrigo Lara
19 de marzo de 2013 - 11:00 p. m.

Se avecinan vientos de reforma política en este año electoral. Los debates serán álgidos, pero también interesantes.

Lo cierto es que el país debe buscar mecanismos institucionales para remendar el divorcio entre el Congreso y la opinión pública, y, en particular, para hacer que las elecciones las ganen los colombianos con su voto y no los que sobornen al Consejo Nacional Electoral.

El senador John Sudarsky presentó una interesante iniciativa que busca subdividir los departamentos y las grandes ciudades en distritos electorales que sirvan de base para la elección del Congreso, de los cuales sólo sale elegido el candidato que obtenga la mayoría de los votos. En otras palabras, la primera votación se lleva la curul y los votos obtenidos por los demás candidatos se pierden.

Este sistema mayoritario, que opera en los países anglosajones, tiene una virtud: como los distritos son pequeños y sólo hay una curul, pues se crea una cercanía entre el congresista y sus electores, lo que mejora la visibilidad y la vigilancia del elector sobre el elegido.

Sin embargo, el sistema mayoritario incita al voto útil, es decir, no lleva a que el elector vote por el candidato de su preferencia sino a que lo haga por el menos malo, a fin de evitar que gane el que, a sus ojos, es el más malo. Este fenómeno psicológico lleva a la agrupación de las fuerzas políticas, lo que deriva, inexorablemente, en el bipartidismo. El Reino Unido, como los Estados Unidos, son países regidos por dos grandes partidos, pero no porque no puedan existir más partidos ni porque la gente no quiera más movimientos, sino por la rígida regla aritmética del sistema de escrutinio mayoritario.

Para evitar que el país recaiga en un férreo bipartidismo, la propuesta de Sudarsky propone que el sistema de distritos uninominales se combine con un sistema de escrutinio proporcional (como el que tenemos ahora). Es decir, se provee un número de curules con un sistema mayoritario y se proveen otras con un sistema de lista proporcional para permitir que los partidos minoritarios lleguen al Congreso.

La propuesta es interesante y su debate será refrescante. Es útil porque reforma la infausta circunscripción nacional de Senado, que, como señalaba el presidente Alfonso López Michelsen, convirtió a las campañas al Senado en minicampañas presidenciales, subiendo abruptamente y prohibitivamente los costos de una curul, lo que sin duda favorece a los candidatos con fuertes maquinarias e inmensas sumas de dinero bueno o malo.

Lo que sí no puede hacer el Gobierno es avalar la corrupción del Consejo Nacional Electoral. La mayoría de estos magistrados no tiene hoja de vida ni para disfrazarse con toga un Halloween. El Consejo de Estado tuvo a bien anular un reglamento que se inventaron estos magistrados para modificar ilícitamente los resultados electorales de las pasadas elecciones legislativas. Ahora quieren revivir esta facultad con un proyecto de ley, con el cual pretenden, nuevamente, modificar ilícitamente los resultados de la democracia.

 

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