De encuestas y otros demonios

Nicolás Uribe Rueda
12 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.

Las encuestas políticas tienen como objetivo ayudar a hacer visible el estado de la opinión de los ciudadanos en relación con la favorabilidad de candidatos, la intención de voto y la percepción sobre la realidad en donde viven, entre muchas otras cosas. Son un termómetro para comprender el estado de ánimo colectivo y ayudan a orientar políticas públicas, identificar problemas y probar el potencial efecto de algunas soluciones.

Sin embargo, de manera reciente, las encuestas políticas, en vez de contribuir a clarificar lo que sucede, parecen confabularse con el clima de confusión e incertidumbre y acaban de enredar las pocas certezas que existen en la arena política. Se está volviendo costumbre que las encuestas presenten resultados contradictorios, que sean incompatibles con otras mediciones y que dejen siempre a la interpretación del lector las principales conclusiones. La verdad es que existe mucha incertidumbre sobre las metodologías aplicadas, sobre los filtros que anteceden las preguntas, sobre la independencia de quienes las realizan y también sobre la honestidad con la que los ciudadanos contestan las preguntas: se ha vuelto de moda hablar del voto vergonzante, aquel que calla o niega su posición en público, pero se manifiesta en las urnas, como pasó con el plebiscito de la paz. Ya no falta el chistoso que afirma que es más confiable el horóscopo que las encuestas de opinión.

Y la verdad es que hay asuntos que no son fáciles de comprender. Por ejemplo, ¿cómo se explica que las mayorías que apoyan la salida negociada a la situación con las Farc al mismo tiempo descalifican la implementación y dicen estar convencidos de que el Acuerdo no acabará con la violencia, no servirá para encontrar una salida al problema del narcotráfico, servirá muy poco para saber la verdad y reparar a las víctimas y terminará en un incumplimiento sistemático por parte de las Farc y del Estado colombiano? ¿Decimos mentiras? ¿Pensamos con el deseo? ¿Somos incoherentes? ¿Las encuestas están mal hechas? Seguramente la sumatoria de un poco de cada una de estas cosas podría explicar lo que sucede.

Ahora, tratándose de preferencias políticas a menos de un año de las elecciones presidenciales, la situación que presentan las encuestas es aún más confusa y cada cual interpreta los resultados como mejor le convienen. Sin embargo, empiezan a decantarse tendencias, que en la mayoría de mediciones parecen coincidir: el desprestigio del Gobierno es una carga para los candidatos, las opciones polarizadoras están bien calificadas por los electores, los partidos tradicionales no tienen relevancia en la opinión, el Partido de la U se cae al fondo de la tabla de preferencias, los verdes y el Centro Democrático puntean con claridad y la mayoría de candidatos tiene espacio para crecer una vez su reconocimiento vaya incrementándose. Vargas Lleras, Petro y el que diga Uribe están hoy mejor que los demás, Robledo y De la Calle andan estancados y Claudia López es quien logra mayores crecimientos. El proceso de paz sigue siendo el tema más relevante entre los asuntos de campaña y la lucha contra la corrupción parece tomar algo de fuerza.

A nueve meses de las elecciones, con más de 20 candidatos, las encuestas tienen poco que decir y casi nada sobre lo cual puedan acertar. Para muchos, sin embargo, más que un reflejo de la situación son un fundamento para su decisión.

@NicolasUribe

 

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