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¿Declarar contra sí misma?

Cecilia Orozco Tascón
19 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Señora Contralora: comedidamente le daré unos consejos de buena fe.

Esos que no son capaces de aportarle sus asesores de “imagen”, bien por su bajo nivel (de ellos), bien por temor a ser blanco de sus odios, bien por conservar la paga mensual que disfrutan mientras usted esté a la cabeza de la entidad que debería cuidar cada peso del presupuesto nacional que se gaste incluyendo, por supuesto, los que se dilapiden en casa. No le dé más vueltas a los cuestionamientos que se le formulan —le formulamos— a su gestión pública y a su conducta de ciudadana, las dos del ámbito del interés general puesto que usted ha sido investida con una alta representación del Estado.

No persista en afirmar, más con sus sentimientos que con su razón, que sus errores de funcionaria y de actitud personal son meras fantasías de unos columnistas que le tenemos inquina, que la envidiamos o que le hacemos mandados a unos investigados suyos, corruptos ellos, corruptos nosotros y todos, salvo usted y su círculo. No invente impedimentos inexistentes en quienes le formulan inquietudes bien documentadas, tal vez con la intención, de su parte, de evadir las respuestas que está obligada a entregar. No crea la locura esa en que la han montado mentes febriles según las cuales quienes ejercemos el derecho de opinión, de información, de petición y del control social que el periodismo tiene como esencia, somos dizque célula de un supuesto grupo político que quiere aniquilarla. Limítese a responder lo que se le ha preguntado, y si tiene explicaciones, verá que le irá mejor porque nos dejará sin argumentos.

Entonces, saldrá fortalecida y podrá seguir adelante a pesar de la incredulidad de unos pocos que hoy estamos convencidos de que usted hace mucha bulla con unos procesos que le dan gran popularidad, que, al mismo tiempo, se abstiene de vigilar a sus aliados y, también, que a usted no le tiembla la mano a la hora de otorgar favores con plata ajena, la de su entidad. Serénese, revise sus ejecuciones y, por favor, conteste interrogantes como los siguientes:

1. ¿El contrato de arrendamiento de varios pisos en el Centro Comercial Gran Estación le hace honor a la austeridad del gasto público que debería liderar la Contraloría o será un despilfarro de $60.000 millones, sin contar las multas por indemnización que estipuló su arrendador, y que usted firmó, si se le devuelve el inmueble antes de diez años?

2. ¿Cuántos contratos de asesorías externas ha firmado, en total, la Contraloría bajo su dirección y cuántos se le han dado: a sus antiguos empleados de la Federación de Cafeteros, sus amigos de antes y de hoy, pero, sobre todo, a sus aliados políticos del Congreso, los que votaron por usted, o los recomendados de éstos?

3. ¿Cómo hace la Contraloría para ejercer vigilancia fiscal independiente sobre el Gobierno, contando entre sus contratistas a Jorge Hernán Cárdenas, hermano del exministro de Minas y actual ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, ambos hijos de su antiguo jefe de la Federación, y a quien le pagó $169 millones por un contrato de un mes a finales de 2011, continuó contratando en 2012 por $491 millones y mantiene hasta en la bandera de la revista de su entidad en 2013?

4. En la otra punta del hilo: ¿no le inquietó contratar a Astrid Sánchez Montes de Oca en 2011 por $133 millones para que vigilara los recursos de atención de desastres a pesar de que tiene, además de denuncias por presunto fraude electoral, dos hermanos (Patrocinio y Odín) condenados por mal manejo de dineros públicos y por sus relaciones paramilitares? Claro, usted tiene una opción que se usa en derecho penal para defensa de quien está en graves problemas: decir, como dijo en la entrevista de ayer a El Espectador, que “nadie está obligado a declarar contra sí mismo”.

 

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