Defensa progresista del orden

Alvaro Forero Tascón
05 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

En el libro El orden de la libertad, Mauricio García Villegas analiza el que puede ser el problema central de la sociedad colombiana, porque es a la vez causa y consecuencia de muchos de los problemas endémicos: el incumplimiento de las reglas.

García Villegas sostiene que en una sociedad en que la gente suele incumplir las reglas, la mayoría de las personas incumplen porque solo cuando el ciudadano percibe que los demás las cumplen, se siente impelido a hacerlo, y cuando no, no siente obligación de cumplirlas. Y que “la tragedia del desorden es que cuando mucha gente incumple reglas, todos terminan en una situación peor de la que empezaron”. Que “le tenemos mucho miedo al despotismo, pero el tema del desorden nunca ha sido una preocupación central en la historia política”. Y que “a lo largo de la historia nos hemos debatido entre un orden autoritario, uno democrático y un orden a las patadas. Nunca hemos explorado un orden legítimo, un orden democrático. Ha habido intentos en el pasado con Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Pumarejo. Sin embargo, finalmente estos esfuerzos no lograron consolidarse”.

La tesis de García Villegas es importante en este momento en que sectores de la política están impulsando la sensación de caos como bandera para promover sus soluciones dirigidas a “recuperar el orden”. Las propuestas son las tradicionales. Basadas en el uso de la fuerza militar y la justicia vengativa, por una parte, y en fórmulas religiosas, por la otra. Se presentan como la única forma de combatir el riesgo del comunismo y el libertinaje.

Las propuestas de consolidación de la paz mediante el reformismo, y las dirigidas a combatir la corrupción desde el Estado tienden a no ser vistas como generadoras de orden, porque se presume que el orden es resultado de la represión y el tradicionalismo, y no de la legitimidad democrática.

Si lo que desea el grueso de la ciudadanía es orden, la tarea de los candidatos presidenciales será ofrecerlo. La paradoja es que muchos perciben que el orden resulta de volver al pasado, cuando en éste ha habido todo menos orden, empezando por una violencia y una ilegalidad que crecieron exponencialmente durante 70 años. Quienes ofrecen buscar el orden por vía de transformaciones de fondo son percibidos como generadores de incertidumbre, sin control sobre los instrumentos de cambio y las dinámicas desconocidas que generan. Sin embargo, el orden solo va a consegurise con una transformación sustancial, porque los paliativos autoritarios y religiosos solo han ahondado los problemas que generan el caos.

El reto de los candidatos presidenciales que ofrecen cambios progresistas es encontrar la manera de transmitir el mensaje de que el verdadero orden solo se conseguirá aumentando los niveles de legitimidad de la sociedad en su conjunto, y no mediante atajos represivos y discriminatorios. Lo que García llama un orden legítimo, no autoritario. Porque aunque la debilidad del Estado tiene que ver con el incumplimiento de reglas que empieza y termina en el desacato u omisión de las instituciones, no se reduce al incumplimiento de las normas estatales, sino que es generalizado, incluyendo las privadas, las sociales y las morales, por lo que se requieren cambios adaptativos y no técnicos.

 

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