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Demagogia versión Angelino

Columnistas elespectador.com
07 de enero de 2013 - 01:00 a. m.

Al calificar como "miserable" el incremento del 4.02% en el salario mínimo puede ser que el vicepresidente quedara "bien" con algunos de sus seguidores. A otros, en cambio, tendrá que explicar cómo se aumentan los salarios “generosamente” sin amenazar al empleo en un mundo globalizado. Si así terminó el 2012 no es difícil hacer alguna cábala sobre el año político que comienza.

Uno de los dilemas más fuertes del Estado contemporáneo es el que se refiere a equilibrar el ejercicio de sus funciones con los impuestos que se pagan, sin afectar la competitividad del propio país. Es el que viven sociedades como la norteamericana, en el llamado abismo fiscal, o las europeas, con excepción de Alemania. Una combinación de exceso de tasas impositivas, para estar en capacidad de atender el gasto público, con salarios “altos” se describe frecuentemente como la razón que genera pérdida de competitividad de los países, es decir, desempleo. Con una prácticamente libre movilidad de capitales, las inversiones y el empleo se trasladan a aquellos países con bajos salarios, bajos impuestos y escaso control ambiental. Por ello, entre otras razones, China es el paraíso de la manufactura y, ante ausencia de normas globales de obligatorio cumplimiento, se ha convertido en la fábrica del mundo.

La oferta china, en situación de libre comercio, está nivelando los salarios mundiales por lo bajo, esto es una realidad, diferente a lo que “debería ser”, pero es en ese escenario en que se mueven los gobernantes, diferente al de los candidatos o los partidos y movimientos de oposición.

Por eso han extrañado las declaraciones, para la tribuna, del vicepresidente Garzón cuando ha calificado como miserable el incremento en el salario mínimo, a pesar de que se situó casi 1.5 puntos por encima de la inflación. Olvida nuestro Vice dos consideraciones.

La primera de ellas es que la pobreza no se termina con un decreto de ningún gobierno referido al alza de salarios aunque, como dijera nuestro gran Kid Pambelé, mejor rico que pobre, claro. Eso pensaron muchos de los gobiernos en Latinoamérica en los 70s y 80s.La inflación, el peor de los impuestos, se desbordó y ni la escala móvil de salarios reglamentada, subían a medida que subía la inflación, alcanzó para mantener la capacidad de compra de los trabajadores y la gente. Muchos no olvidamos el caos que arruinó nuestras economías. Es una lección que creíamos aprendida.

La segunda consideración es el efecto de la declaración desde el punto de vista político: es una expresión de populismo que creíamos superado y que va en contravía de las acciones del gobierno al que él mismo pertenece. Mientras la reforma tributaria eliminó los parafiscales, para hacer más competitivo el trabajo nacional y formalizar la precariedad del empleo, el Vice propone una medida que anularía, en términos prácticos, ese esfuerzo. Claramente no será parte de la fórmula de Santos si tenemos reelección. Aunque puede ser otro Garzón, de corte muy parecido, el que haga sus veces, sin considerar que el resultado, en el mediano plazo, también sería parecido. Cualquiera diría que la fórmula que más le conviene a Santos, de acuerdo con encuestas y situación política, sería la de su consentido Ministro Germán Vargas Lleras. Tendría, así una coalición más real, pues la que ganó en 2010 está rota, a nivel de las cabezas y, tarde o temprano, a nivel de los aspirantes al nuevo congreso y al actual. Al final, son solo cábalas.

Que un dirigente de la talla de nuestro Angelino, aspirante a la presidencia de la OIT hace poco, desconozca las reglas del mercado mundial del trabajo, hoy por hoy, resulta difícil de creer. Que se “atraviese” en las decisiones del gobierno al que pertenece, no tanto. Pero que algunos ingenuos todavía acepten como convenientes las fracasadas recetas del populismo es, en verdad, inexplicable, sino fuera por el entorno político. ¿O politiquero? En menos de seis meses lo sabremos con certeza.

@herejesyluis

 

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