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Desigualdad

Armando Montenegro
20 de abril de 2014 - 04:33 p. m.

Estados Unidos tiene la capacidad de imponer sus tendencias intelectuales y políticas al resto del mundo.

Aunque América Latina es una de las regiones más inequitativas del planeta –y Colombia ocupa allí uno de los peores lugares--, ahora que la desigualdad comienza a ser debatida con intensidad en Estados Unidos, se puede prever que las discusiones domésticas sobre el tema se animarán con la influencia de las ideas de los escritores y políticos norteamericanos.

Numerosos polemistas, entre ellos los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz han emprendido la crítica de la desigualdad y la excesiva influencia de los grandes capitales en la vida económica, social y política de Estados Unidos. Pero como los grandes debates necesitan la guía de una obra descollante --como fue la Teoría General en la Gran Recesión del siglo XX--, el análisis de la desigualdad ha encontrado en Capital in the Twenty-first Century, del economista francés Thomas Piketty, un referente de primer orden.

Como la desigualdad se ha elevado notablemente en las últimas décadas, frustrando las promesas del llamado sueño americano, el tema entró de lleno al debate político de Estados Unidos. Los demócratas señalan a los republicanos como voceros de una plutocracia contraria a los intereses de las mayorías. El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, lo convirtió en el corazón de su elección, y se anticipa que la próxima campaña presidencial se centrará en los efectos nocivos de la acumulación de poder en un grupo de mega-millonarios.

Y el mismo Fondo Monetario Internacional, hasta hace unos años promotor de fuertes ajustes fiscales y cambiarios, ahora, de acuerdo con el criterio de que la desigualdad causa inestabilidad y bajo crecimiento, se ha convertido en un adalid de reformas fiscales redistributivas.

El tema, como siempre, se discute con intensidad en los países de América Latina. Numerosos analistas se preguntan, por ejemplo, si la reciente mejoría en la distribución del ingreso en Brasil y otros países, financiada con los recursos del reciente auge de las materias primas, se podrá mantener con las cotizaciones deprimidas de los productos básicos. Y en toda la región se sigue con atención el programa de gobierno de Michelle Bachelet, centrado en una ambiciosa reforma de la educación como punta de lanza contra la desigualdad.

En Colombia este asunto todavía no ocupa todavía un lugar destacado en el debate político, ni siquiera en los planteamientos de la guerrilla y los partidos de izquierda, que se limitan a repetir los eslóganes contra los tratados de libre comercio y el llamado neoliberalismo (algunos voceros de esos grupos incluso defienden las pensiones de privilegio, uno de los puntales de la desigualdad en nuestro medio). En la campaña presidencial solo el tema de la educación, fundamental en cualquier agenda contra la inequidad, es compartido por la mayoría de los candidatos. No se conocen iniciativas para disminuir la inequidad tributaria o hacer más progresivo el gasto público social (los subsidios a las clases medias y medias altas son una conocida fuente de desigualdad en Colombia).

Esto, seguramente, va a cambiar en los próximos años. Los debates domésticos se enriquecerán con el estudio de los planteamientos e iniciativas que se discutan en la academia y los foros políticos de Estados Unidos y otros países.

 

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