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Diplomacia vaticana

Marcos Peckel
05 de marzo de 2013 - 11:12 p. m.

Relaciones diplomáticas con 180 países, membresía en innumerables organismos internacionales, incluyendo como observador en la ONU, privilegios especiales a sus embajadores, discreción absoluta y halo de santidad, hacen del servicio diplomático del Vaticano, el más antiguo del mundo, uno de los más influyentes y eficientes.

En contraste con los ubicuos embajadores de Estados Unidos y Europa, los acartonados embajadores asiáticos y los a veces informales diplomáticos latinoamericanos, los embajadores del Vaticano —nuncios— manejan un muy bajo perfil, poco se les ve con un vaso de whisky en la mano, nunca se involucran en escándalos, no hacen declaraciones altisonantes, y sin embargo el rol que han jugado en varios de los quehaceres diplomáticos es encomiable y en ocasiones poco conocido por la prudencia que imprime la Santa Sede.

La diplomacia en dos planos, el circunscrito al ámbito de embajadores en sus elitistas círculos sociales y el que lleva a cabo a través del vasto clero católico en todos los segmentos sociales, parroquias y áreas de conflicto, proveen al Vaticano de información privilegiada y de primera mano.

Entrenados en la Academia Pontificia Eclesiástica, fundada en 1701, como clérigos primero y posteriormente como diplomáticos, con amplios conocimientos de historia y lenguas, los nuncios dedican su vida entera al servicio exterior de la Santa Sede.

La diplomacia vaticana ha sido activa en la búsqueda de acuerdos de paz. El nuncio apostólico en Burundi, Michael Courtney, fue asesinado por su mediación en el conflicto interno en ese país. El nuncio Pablo Puente predominó en las negociaciones de paz en la guerra civil libanesa. El nuncio apostólico en República Dominicana durante la época de Trujillo, monseñor Maurilio Silvani, ayudó a salvar a centenares de judíos del nazismo con visas a la isla. El papel del cardenal Antonio Samore evitó que Argentina y Chile se fueran a la guerra en 1978 por el diferendo del Canal del Beagle. La diplomacia vaticana fue instrumental en la caída del comunismo en Polonia y jugó un papel protagónico en la revolución sandinista.

China, Vietnam y Arabia Saudita son tres países con los que el Vaticano no ha establecido relaciones diplomáticas por discrepancias religiosas y políticas.

La diplomacia vaticana sirve además para defender en organismos internacionales las causas más controversiales de la Iglesia católica: prohibición del aborto, de matrimonios del mismo sexo, de la anticoncepción y oposición a la secularización, encontrando causa común con otras confesiones religiosas, especialmente el islam.

Ningún jefe de Estado evoca la pasión de un papa en su doble rol de líder político y religioso, en un mundo donde, a pesar de lo que se podría creer, religión y política van de la mano.

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