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Disforia y ciudadanía

Tatiana Acevedo Guerrero
13 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Cabe resaltar el fallo de la Corte Constitucional que ordena a una EPS autorizar una cirugía de cambio de sexo a un joven de 25 años. El documento, no obstante, pone de relieve algunas, de las muchas, injusticias a las que se enfrenta la población transgénero.

En un país en donde se pide la cédula hasta para comprar un colchón, quizás el obstáculo más evidente para su vida práctica es la modificación de este documento. Tras un procedimiento dispendioso podrá cambiarse la foto o el nombre, pero el revés, donde queda constancia del “sexo”, permanecerá idéntico. Otra de las trabas que minan su cotidianidad es la obtención de la tarjeta militar. Muchas transexuales aparecen en las listas de “remisos”. Y los transexuales no la podrán obtener, así quieran, pues no tienen en sus cédulas la letra M.

¿Cómo acceder entonces a tan importantes papelitos? Debe emprenderse un camino costoso en el que tal vez se cuente con la ayuda de allegados, mas no con la de entidades oficiales. El proceso implica intervenciones en el cuerpo, consecución de hormonas y visitas a un psiquiatra. Este último es quien tiene el poder último de decidir. El “paciente” deberá ser diagnosticado con “disforia”, antónimo de euforia, y término psiquiátrico para referirse al “disgusto patológico con el sexo biológico que le ha correspondido al sujeto”.

Únicamente si el “paciente” es declarado formalmente “enfermo” o “trastornada”, podrá ser operado, reclasificado (M o F), y acceder a la ciudadanía. La solución, entonces, no es otra que su patologización. Y quienes por escogencia, o debido a la complejidad misma del proceso, estén a medio camino, no tienen, por ahora, esperanza. El Estado colombiano no reconoce identidades en tránsito.

 

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