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Distingamos

Ramiro Bejarano Guzmán
18 de mayo de 2008 - 12:49 a. m.

ESTOY DE ACUERDO CON LA DECIsión de extraditar a los 14 paramilitares y narcos que esta semana fueron enviados espectacularmente a los Estados Unidos, también con la de Macaco y la de cualquier delincuente que tenga que responder ante la justicia americana por sus delitos. No creo que extraditar a estos narcoparacos arruine la verdad, la justicia y la reparación, no sólo porque el Estado colombiano tiene instrumentos para evitar eso, sino porque es su responsabilidad velar porque estos delincuentes no se salgan con las suyas.

Pero una cosa es estar de acuerdo con que por fin se hayan extraditado a estas personas, y otra bien diferente, que tengamos que aplaudir al Gobierno por haber ejecutado con tanta tardanza lo que debió haber hecho hace cinco años. Sí, que no nos vengan a decir ahora que tenemos que agradecerle por haber extraditado a los jefes paramilitares, ni que tampoco venga Uribe a reclamar como un triunfo suyo una decisión que se ofrece sospechosa o confusa. Hagamos cuentas, para que no haya olvidos.

Lo primero que debió haber hecho el Gobierno una vez ejecutada la cinematográfica extradición, fue informarle al país cuáles fueron los delitos en que incurrieron los extraditados y cuáles sus cómplices, que les generaron la pérdida de sus beneficios. Ese silencio no es bueno, ni transparente. Que haya claridad, para que no se hagan las conjeturas de que esas extradiciones se decidieron coincidencialmente cuando Mancuso concedió entrevistas anunciando que iba a contar cómo todos los sectores se habían untado de paramilitarismo, empezando por algunos empresarios.

Y no se olvide que fue el mismo Gobierno que hoy los extradita, quien los convirtió en héroes del conflicto armado, al extremo de que abogó para que fueran considerados delincuentes políticos, no obstante ser delincuentes comunes. Los 14 narcoparacos ya duermen en celdas gringas, sin celulares, internet y demás comodidades que tenían aquí, es porque además de paramilitares, fueron o son narcotraficantes.

Resultó verdad lo que muchos dijimos en su momento, acerca de que mal podía vincularse a un proceso de paz a quienes, además de todos sus delitos de lesa humanidad, habían comerciado con las drogas ilícitas.

Por cuenta de esa ligereza inexcusable, el proceso de justicia y paz fue un burladero de narcos disfrazados de paramilitares. El Gobierno inició una negociación graciosa con ellos, sin antes haber intentado vencerlos militarmente. Por eso llegaron con tanta arrogancia a los estrados judiciales, a no decir nada, a no entregar bienes, a no reparar a nadie, a no comprometer a sus financiadores y compinches.

Si el Estado los hubiese arrinconado primero en vez de arrodillarse ante ese fallido proceso de paz, otra sería la historia. La otra falta imperdonable del gobierno de Uribe que tampoco se nos puede olvidar, fue haber permitido durante tanto tiempo que los jefes paramilitares se burlaran descaradamente de las víctimas y de las comunidades nacional e internacional.

Lo otro que no puede perderse de vista en medio de esta euforia repentina, es que en forma inmediata el Gobierno tiene que asegurarnos que va a ejecutar los mejores esfuerzos para que esos extraditados puedan contar a las autoridades lo que aquí ofrecieron revelar antes de irse, porque si eso no se logra, entonces a la historia le quedará claro por qué Uribe expatrió a tan incómodos testigos y para qué.

De manera, pues, que no intenten engañarnos con este otro “positivo” que tiene sabor de falso, y que en vez de la alharaca que le permitió al Gobierno pasar a segundo plano el escándalo de la Yidispolítica, nos revelen y expliquen lo que hasta ahora sospechosamente han dejado en la penumbra.

* * *

Adenda. Solidaridad con Alfredo Molano, ante la insólita andanada judicial de unos señoritos Araújo de Valledupar, que con arrogancia creen que pueden silenciar e intimidar la opinión.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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