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Doctrinarios de clichés

Rafael Orduz
22 de abril de 2013 - 11:00 p. m.

Para algunos el Muro de Berlín sigue en sus mentes. En otros, la inquisición está vigente. La miopía y el oportunismo de muchos dirigentes nos convierten en una nación de pobres instituciones, de individuos y comunidades incapaces de converger en asuntos que podrían tramitarse con facilidad si sólo escucháramos los argumentos de los demás.

Para tratar ciertos temas calientes, algunos apelan a las ideologías y a supuestos principios en forma tal que logran encasillar a presuntos adversarios, señalarlos y, en últimas, paralizar importantes procesos por estupidez. Estas semanas están llenas de lamentables ejemplos.

La marcha del pasado nueve de abril en apoyo al proceso de paz (en la que participé), es uno de ellos. Algunos defensores y detractores juegan a lo mismo, al cliché. Uno que otro abogado de la marcha, por ejemplo, consideran que aquellos que estuvieron en desacuerdo con ésta son los mismos que están en contra de las negociaciones de La Habana y que, además, están a favor de difamar a Maduro y exaltar a Capriles. La receta opuesta es igual de fácil y tonta: bla, bla, marchantes pro-Maduro, etc. No hay para ellos otras combinaciones posibles dentro del amplio abanico de razones que tuvieron participantes y ausentes de la marcha.

Se habla de la revocatoria en Bogotá. Fatal que la discusión, de nuevo, se dé entre los promotores de aquella y defensores de la gestión del alcalde a punta de ideología. Mientras la ciudad se sumerge en el caos, nada mejor, para que no pase nada, que trasladar la discusión al terreno de los principios, la querencia ideal para la carreta. Parece que no habrá necesidad de indicadores de desempeño ni propuestas, sino estéril debate doctrinario, para que todo siga igual.

A raíz de las reiteradas y graves denuncias acerca del Tolemaida Resort, aparecen los comentarios de algunos en las redes sobre la teoría del brazo legal de la subversión, otra doctrina de principios. En vez de buscar mayor legitimidad por la vía de la depuración de las fuerzas de elementos indeseables acusados de crímenes atroces, se deja en el aire la sensación de que están presos por efecto de la conspiración de dicho brazo legal.

Absolutamente increíble y vergonzoso, como lo relata Semana, que individuos que pagan penas por comisión de asesinatos puedan pasearse libremente, tener sus negocios, disponer de celulares y armar motines sin que puedan ser controlados. Aunque ya fueron trasladados los turistas, resulta inaceptable la complacencia y la consecuente demora en reaccionar de parte del alto mando.

Por otra parte, si como parece, hay más de cuatro millones de colombianos que son homosexuales, ¿qué diablos les importa a algunos que éstos puedan vivir como pareja, con el disfrute pleno de sus derechos, sin que vivan estigmatizados? De nuevo, uso de principios que les da derecho a los detractores a meterse en la vida privada de ciudadanos comunes que, como cualquiera, pagan impuestos, no matan y no roban.

 

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