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Domingo Nueve

Alberto Carrasquilla
06 de marzo de 2014 - 04:00 a. m.

De los 32 millones de personas que conformamos el censo electoral colombiano, lo esperable es que el domingo votemos unos 11 o 12 millones, alguito más que los 10.6 millones que acudimos a las urnas hace cuatro años para elegir nuestro Senado.

Esta apatía tiene toda la lógica, si uno compara el costo que tiene votar contra el beneficio que representa hacerlo. Hay una abismal diferencia entre la relevancia infinitesimal, como bien la calificó Jorge Orlando Melo, que tiene un voto individual y el cúmulo de molestias y sinsabores que tiene estudiar y escoger entre las ideas, si las hubiere, que se esgrimen en la arena democrática, salir de casa un domingo, desplazarse hasta el sitio de votación, esperar el turno y luego devolverse. Dado ese abismo, lo sorprendente no es que la abstención sea del 65%, sino que el 35% de las personas habilitadas para votar en efecto lo hagamos elección tras elección. Ahora que viene el nuevo ciclo, conviene justificar otro aporte infinitesimal a la lista que ya es larga. En mi caso, voy por partes.

Primero, desde 1980 el país se transformó a fondo. Su población urbana pasa de  20 a 37 millones, la participación femenina en el mercado laboral se cuadruplica, pasando de menos de 2.5 a mas de 10 millones. La edad de su poblador mediano sube de menos de 19 años a más de 27, en tanto el número de viejos mayores de 65 respecto del número de menores de 15 pasa de menos de 10 a más de 20. Su PIB per cápita, medido en términos de paridad internacional, se triplica en tanto hay un revolcón en su composición: la suma de industria y agricultura pasa de representar el 45% a representar el 18% del PIB total, con un incremento simétrico en la participación de los servicios y la minería. Cada uno de estos desarrollos es un vendaval económico y social que implica desafíos y oportunidades y que merece capítulo propio en el debate público.

Segundo, la evolución del diálogo y la controversia política ha ido a pasos de tortuga, en el mejor de los casos, de cara a este verdadero vendaval económico y social que nos ha revolcado durante la última generación. Es increíble el desenfoque en materia agraria, por no ir mas lejos. En un país eminente y crecientemente urbano, no existe un debate en el que se respete la idea de duplicar la frontera agrícola con base en el fortalecimiento de los derechos de propiedad, la modernización del catastro, la eliminación de subsidios que encarecen la vida urbana. Se imponen los discursos antediluvianos y los personajes centrales siguen siendo, como en 1974, las mitologías del idílico campesino y el siniestro señor feudal. Cosa similar podríamos decir en los demás componentes del vendaval: la participación femenina carece de traducción en el debate público, la industria carece de un planteamiento estatal visionario y globalizado, los jóvenes carecen de esperanza en materia de educación, la única arma que tendrán para esgrimir en el mundo que los espera, pero --eso si-- pesan sobre sus hombros, sin alternativa en el debate,  cada día más impuestos para pagar pensiones.  Y asi.

Tercero, el vacío entre el vendaval social y económico, de un lado, y el debate parlamentario que observamos, del otro, ha sido catalizador de un deterioro enorme en materia institucional. Los espacios vacíos son llenados por avivatos que devoran parte importante del gasto social, hacen inoperante y arbitraria la justicia en todas sus ramas, impiden la modernización educativa, petardean los avances en salud e imponen una especie de pensamiento único, populista en contenidos y grosero en formas.

Aunque hay razones negativas de sobra para votar en contra de éste o de aquél, mi voto el domingo será positivo y entusiasta. Votaré por las listas del Centro Democrático porque creo que la presencia de gente nueva, preparada y seria  --digamos Ivan Duque y Paloma Valencia, por no ir más lejos-- combinada con la inteligencia y la capacidad de convocatoria del Presidente Uribe garantiza que el vendaval social y económico que comento entre de lleno como el tema más de fondo en la agenda partidista de este país. Los debates internos de la bancada del CD van a estar para alquilar balcón, van a revestir profundidad, relevancia y claridad operativa. Sus conclusiones van a moldear el posterior debate parlamentario con propuestas e ideas, y van a exigir seriedad similar en los otros partidos y en el Gobierno que venga, lo cual es otro tema. Que mas quiere uno, digo yo.

@CarrasqAl

 

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