Domingo Veinticinco

Alberto Carrasquilla
22 de mayo de 2014 - 04:23 a. m.

Esto de escribir una columna semanal tiene sus externalidades. Aunque no he llegado al extremo de sacrificar la madrugada en AVRO en el altar locuaz de todos los Julitos, lo cierto es que esta tarea si me ha obligado a estar “mas informado” que antes. Ello significa, principalmente, que ahora leo a muchos columnistas, cosa que antes no hacía, y en el contexto de esa tarea, en ocasiones inmensamente grata, me he enterado que mis preferencias políticas colindan con el delito.

Francisco Gutierrez dice que si gana el candidato por el cual votaré el Domingo, la nación se llenaría de olor a muerte. Gabriel Silva plantea que el partido por el que voté en Marzo y votaré el 25 de Mayo es igualito a Pablo Escobar. Alvaro Forero argumenta que la oposición con la que yo simpatizo está apegada a la violencia de extrema derecha, una vocación que profeso para mantener el status quo. Cecilia Orozco dice que el candidato por el que votaré es un títere que tiene dueño neonazi. Ricardo Silva me informa que, al votar por quien votaré, oficiaré de incauto hechizado porque ---aunque de pronto soy una buena persona--- estoy al servicio del horror. Y así.

Este tipo de opiniones se exponenciaron con el capítulo del hacker, el hacker del hacker y el video respectivo. Sin duda, la campaña de Zuluaga cometió un error táctico al contratar a Sepúlveda y su pandilla, conociendo de antemano su estrecha vinculación con el Presidente y sus peritas en dulce. Que bueno hubiera sido “dejar así” las elucubraciones acerca de las jugarretas que se estarían fraguando en las toldas del contrincante. Ojalá jamas se hubiera firmado la contratación de estos personajes. Ojalá jamás se hubiera dado la reunión del vídeo. Pero estas idioteces ocurrieron y los votantes tenemos el deber de ponderar su significado. En mi concepto, ahí no hay mayor lío por tres razones.

La primera, porque con todo lo turbio que lograron meterle al “set” --las seis pantallas, el vocabulario, el mouse en claroscuro, hasta el sitio donde sentaron al candidato-- lo cierto es que el hacker y su hacker solamente hablan pendejadas en dos categorías. Las pendejadas que ya son chisme o realidad de conocimiento público y las pendejadas probablemente mitómanas acerca la gente íntima amiga, las elucubraciones de lo que esas amistades permiten y las promesas, probablemente irrisorias, de los productos de “inteligencia” que de pronto le logra armar a una campaña en franco ascenso. El video deja claro que el tal hacker tenía como mandato anticipar jugarretas, cosa que terminó convertida en especie de lamentable profecía autorrealizada
La segunda, porque aunque no faltan las burradas verbales del candidato, no pasan de ser eso: burradas. Si fuera cierto que el oscuro personaje trabajara con Zuluaga para desestabilizar la nación y “regodearse (…) en las muertes de nuestros soldados”, como esgrime editorialmente este diario, en un raro desborde lírico, no hubiera grabado y luego manipulado burdamente el producto de una reunión de la cual el que sale francamente mal librado es él, ante todo por payaso. Que tiene interceptados los aviones del comando sur de las fuerzas armadas de los Estados Unidos tiene que ser uno de los mejores chistes de este proceso electoral.

La tercera, que es la importante, es que el enorme error táctico cometido nada dice sobre lo que a mi me importa como votante. Claro que me gustaría que la campaña hubiera estado menos pendiente de anticipar las travesuras de un opositor que, desde chiquito, se cree Frank Underwood. Confío, empero, en que el episodio sea un incentivo para afinar el olfato, evitar las resbaladas y concentrarse en lo que de verdad importa.

En mi caso lo que de verdad me importa, y por eso voto sin ambigüedad por Oscar Ivan, es que el 8 de Agosto el país amanezca con iniciativas inteligentes en las materias que me parecen tan fundamentales como olvidadas por un Gobierno que tuvo de sobra el capital político y los funcionarios más idóneos para ejecutarlas, pero prefirió no hacerlo. La calidad educativa, uno de cuyos pilares –la evaluación seria de competencias docentes-- acaba de regalar. La sostenibilidad de la política social que cada día está mas incierta. La cirugía radical a la justicia. La inclusión pensional. Un proceso de paz que no insulte la memoria, por ejemplo, de los niños asesinados en Tumaco. Y asi.
 

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