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Dos lógicas

Rodolfo Arango
28 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Alejandro Ordóñez reina reelegido en la Procuraduría. En un espectáculo grotesco de contubernio burocrático, chantaje disciplinario, uso de los recursos públicos para beneficio propio e instrumentalización política de la fe religiosa, la clase política ha hecho imperar su lógica implacable: es mejor estar con el ganador.

El candidato de la Unidad Nacional, con los votos de 80 de 100 senadores, ha despejado la carrera presidencial. Su reelección unitaria anticipa la del actual presidente Santos. Liberales, conservadores, “uistas”, pines y verdes han cerrado filas para aclamar su nombre, pasando por encima de la Constitución y la ley. Digna excepción es el Polo Democrático Alternativo que nuevamente defiende convicciones y no oportunidades.

Uno de los peores defectos de los políticos colombianos es creer que estar con el ganador es lo importante, independientemente de cómo se gane o de qué principios se vulneren en el camino. Se trata de una manera de actuar que nos condena a vivir en la arbitrariedad y la violencia. ¿Por qué los perdedores se verían motivados a respetar el derecho cuando las reglas y principios vuelan por los aires? Aceptar estas prácticas inveteradas es sembrar en la mente y en los corazones de los y las jóvenes que la historia la escriben los ganadores, no quienes dignamente defienden ideales más altos pero ciertamente inocuos frente a la cruda realidad del tejemaneje político.

Algo vapuleada pero no desmoralizada queda la sociedad civil con el proceso reeleccionista de Ordóñez. Miles de mujeres, de asociaciones civiles, movimientos políticos y sociales, organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, comunidades LGTBI y sectores independientes han dejado sentada su protesta ante lo que consideran un abuso de enormes proporciones. La lógica de la razón deliberativa, basada en argumentos y en el respeto a la Constitución, ha sido desplazada por la lógica del ganador. El tiempo está maduro para que la sociedad civil se organice en torno a un candidato presidencial y a unas listas para Congreso dispuestas a hacer prevalecer los principios sobre las componendas. El último reducto de solidaridad e independencia contra los circuitos del poder burocrático y del dinero es la gran masa de población inconforme ante el avance de la corrupción extendida y sistemática.

Con el apoyo al reeleccionista Ordóñez, el Partido Liberal ha cavado su propia tumba. No puede llamarse liberal un partido que apoya a fundamentalistas religiosos y perseguidores de mujeres por el simple hecho de ejercer sus derechos sexuales y reproductivos. El castigo de la opinión pública al liberalismo en las próximas elecciones para Congreso debería ser contundente. Lo mismo vale para el Partido de la U. Con el doble juego de presentar una candidata de relleno y apoyar en el Congreso al “escéptico del proceso de paz”, el presidente Santos hace venia a la ultraderecha uribista que ya se ha tomado parcialmente las cortes de justicia y que ahora va por el fuero militar.

La inconstitucional reelección de Ordóñez retrata de cuerpo entero la situación del país político. Ajena a la opinión pública que defiende argumentativamente la débil institucionalidad republicana, la lógica política responde reafirmando sus prácticas y reforzando sus posiciones frente a la incertidumbre del proceso de paz con las Farc. El candidato 2014-2018 ha sido ungido, el santismo-uribismo se ha reunificado y los sectores violadores de los derechos humanos se preparan para pedir lo suyo en las resultas del proceso de “reconciliación” nacional. Para bien del país, deberíamos prohibir constitucionalmente toda posible reelección.

 

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