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Dudas

Fernando Araújo Vélez
22 de abril de 2012 - 01:00 a. m.

Dejó de contarle a la gente que sus padres lo habían llevado a un concierto de los Beatles cuando tenía cuatro o cinco años porque un día él empezó a dudar de que hubiera sido cierto. Recordaba pedazos de Londres. El Big Ben, claro.

La tienda de carritos de la esquina, donde brilló hasta la eternidad un Aston Martin dorado de James Bond. Los buses rojos y de dos pisos y los taxis negros en los que por aquel entonces se podía fumar cualquier cigarrillo menos Pielroja. “Es espantoso ese olor”, solían comentar los impecables conductores cuando sus hermanos encendían uno. Y los Beatles, sí. Los Beatles, que le parecían seres de otro mundo, con sus flequillos y sus sacos hasta el cuello, sus canciones, su ritmo. La modernidad. Que eran maricones, decían en su casa simplemente porque llevaban el pelo algo largo. A él le encantaban. A menudo se escondía en un cuarto de espejos y se despelucaba para jugar a ser uno de ellos. Tocaba guitarra, bajo, batería. Cantaba. Media hora después, feliz, salía al mundo, o volvía al mundo, que eran una sala de porcelanas intocables, una biblioteca del Siglo XIX y su fría habitación de paredes ocres.

De la noche del concierto recordó siempre un eterno recorrido en el subway, las máquinas de monedas y un inmenso chocolate que un adulto le regaló antes de entrar al estadio de Wembley. Y del concierto, una infinita sucesión de adultos que brincaban y cantaban Help, Love, love me do, Yesterday y decenas de canciones más que con el tiempo se volvieron inmortales. Por aquellos años, él prefería Help. Era más rockera, explicaba. Luego se inclinó por Michelle ma belle, pues había algo de aquella melodía que lo transportaba a Londres y a su infancia. Ya después, mucho después de que hubiera decidido no volver a decir que los había visto, afirmaba entre tragos que los Beatles lo habían vuelto rebelde, díscolo, que ellos no sólo habían transformado la música, sino parte de las costumbres. La sociedad. Que habían roto las tradiciones grises-frías-negras de los mayores. Que se habían atrevido a ir más allá de todo y de todos y habían regado de dudas el mundo, comenzando por él.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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