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Ebriedad

J. William Pearl
05 de agosto de 2013 - 11:00 p. m.

Que tire la primera piedra quien no ha conducido bajo el efecto del licor.

Pero una cosa es manejar después de tomarse una cerveza o un trago y otra bien distinta es hacerlo borracho, lo cual puede tener como resultado matar a dos personas y dejar cuadripléjica a otra, como fue el caso de Fabio Andrés Salamanca quien conducía ebrio a 160 kilómetros por hora el pasado 12 de Julio en Bogotá.

En el mundo, mueren al año un millón doscientos mil personas en accidentes de tránsito generados por conductores en estado de embriaguez. En los Estados Unidos mueren noventa y cuatro personas al día. En Colombia, los conductores borrachos, generan diariamente cerca de 150 multas, más de cinco accidentes con un promedio de un herido por evento y 1.5 muertos diarios. Las pruebas realizadas por el CESVI, entre muchas otras, demuestran contundentemente que la mezcla de gasolina y alcohol es fatal.

La indignación que ha causado el caso de Salamanca, exacerbado por el inconformismo que generó la decisión de la jueza de garantías Carmen Gualteros de dejarlo en libertad mientras se le juzga, la cual es una decisión tomada en derecho pues el joven ya no es un peligro para la sociedad,  ha levantado voces que piden medidas y castigos más drásticos para quienes manejan con tragos. El presidente pidió más dureza con el tema y el congreso, que ha negado dos proyectos de ley en ese sentido, ahora está de acuerdo. La representante a la Cámara Gloria Stella Díaz presentará en las próximas semanas un proyecto de ley que endurezca las penas.

La iniciativa es bienvenida. Pero el tema no es tan sencillo y el aspecto penal no lo resuelve del todo.

Como lo dice el fiscal general de la nación en una entrevista este fin de semana, en estos casos, ¨..el efecto persuasivo que se le pretende atribuir al aumento de las penas no tiene sustento.¨ En plata blanca, eso significa que la solución para este problema, no es estricta ni fundamentalmente punitiva.

Los conductores borrachos son una manifestación de un problema más profundo, que es el consumo desbordado de alcohol. Y éste a su vez, es un reto de salud pública.

¿Cómo abordar este tema para encaminarnos hacia una disminución sustancial de las víctimas?  

Se requiere una solución integral, que reconozca en primer lugar los aspectos culturales que explican el alto consumo de licor en nuestra sociedad. Con componentes educativos, formativos y preventivos dirigidos a niños, niñas y jóvenes. En segundo lugar, un programa de largo plazo que reconozca que el consumo exagerado de alcohol responde también a una condición fisiológica que algunas personas tienen y otras no. En tercer lugar, el proyecto de ley debería incluir campañas masivas de prevención de consumo de licor cuando se conduce, incluyendo un componente de control y sanción social. Y finalmente, el aspecto sobre el cual se ha discutido, es decir el tema legal.

En este último punto hay que tener mayores elementos para tipificar las penas e incluir opciones de pagarlas, ya sea con cárcel o con cárcel más trabajo social preventivo. Un testimonio como el de Salamanca, compartido personalmente por él en colegios y universidades, podría prevenir más accidentes que campañas masivas despersonalizadas. Y finalmente, la solución requiere un componente de rehabilitación del adicto o del causante del accidente y apoyo sicológico y terapéutico a las familias víctimas.

Los problemas complejos requieren soluciones de fondo, que toman tiempo en diseñarse e implementarse. Esperemos que el congreso y el gobierno estén a la altura de este reto, tengan conciencia sobre la complejidad del tema y sobre la responsabilidad que conlleva resolverlo bien.

Pd. Esta columna no aparecerá dos en semanas.                                     

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