¿Ecoparque?

Jaime Arocha
06 de junio de 2017 - 02:30 a. m.

DEBIDO A LA URGENCIA DE REFERIRme a un proyecto que se desarrollará dentro de las reservas forestales de El Sapo y los cerros Orientales de Bogotá —y por lo tanto las pondrá en sumo riesgo— pospongo mi visión sobre el racismo que cimienta la brutal represión oficial aplicada en Buenaventura, y expreso mis condolencias por el asesinato del hermano de Vicenta Moreno, lideresa de la Casa del Chontaduro en Cali.

La nota que RCN Televisión realizó sobre el ecoparque de El Rocío dice que será de “1.200 hectáreas alrededor del embalse de San Rafael, ubicado en el municipio de La Calera y que provee el 70 % del agua de los capitalinos. Con este parque el distrito de Bogotá pagará la deuda que tiene con este municipio cundinamarqués desde hace más de 20 años por la inundación que se generó con esta represa forestal (sic)”. Entrevistado, el gerente del Acueducto de Bogotá, Germán González, explicó que “en la represa se puede hacer una pista de patinaje absolutamente alejado (sic) del tema (sic) del agua (y) hay unas piedras hermosísimas que los niños pueden trepar”. El canal mostró una pared para escalar que harán sobre ¡la muralla de contención de la represa!, y una voz en off habló del acceso por metrocable. La atracción quedará lista en 2019 para que sea la más visitada de Cundinamarca, por la bicoca de $200.000 millones.

Por su parte, la tuitera @SandSuarez, quien cita el chat del Consejo Territorial de Planeación de La Calera, difundió las ilustraciones de una socialización del proyecto a cargo de su gerente, Fernando Montenegro, y Julián Restrepo, uno de sus diseñadores: buses turísticos recorrerán los 11,2 km que circunvalan el embalse; escalinatas con espejos de agua deleitarán a los niños y a sus padres; esculturas sumergibles emergerán cuando baje el nivel de la represa; habrá ciclovías y senderos para unos peatones que podrán degustar las delicias de al menos tres plazoletas de comida. Rodaderos, sillas para asolearse y mesas de ping-pong son otras intervenciones que les harán a las praderas.

En el Consejo mencionado se ha dicho que ya no habrá metrocable, de modo que aterra la futura movilización de los paseantes, quienes se sumarán a los cortejos fúnebres ya sea hacia el cementerio canino que hay por Mundo Nuevo o al que abrió Capillas de la Fe. Ya tiene un centenar de clientes, pese a que Planeación no había emitido la respectiva licencia. Ahora se la negó, pero la apelación será cuestión de días. Aquellos nuevos turistas se sumarán a los furgones que llevan los perros de la burguesía bogotana a que defequen en veredas como San José, El Triunfo o La Aurora; también a los ciclistas a quienes Peñalosa graduó de héroes cívicos y les dio prioridad sobre los motoristas que deben esperar por turnos de media hora a que les den vía los paleteros contratados por los constructores de la Perimetral de Oriente, para no hablar del quite que hay que sacarles a los miles de motociclistas. Por deporte, ahora a ellos se les unen los ciclistas y circulan en pelotones hasta la media noche, culebreando por las filas dobles de caballistas que galopan botella de guaro en mano.

Ante la congestión, no sería raro que el alcalde mayor reviva la carretera por la calle 153, con sus respectivas urbanizaciones. Y ahí sí que nos cojan confesados a los 5.000 usuarios de los acueductos veredales dependientes de las reservas forestales de El Sapo y los Cerros Orientales de Bogotá. Lejos de “generar una nueva relación entre el hombre y la naturaleza”, el ecoparque propuesto podrá ser un caso peor que el de la Reserva van der Hammen, conforme al reporte de W Radio.

 

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