Amarga Navidad en Venezuela

Ahora le tocó el turno a la Santa Sede de darse cuenta de la nula disposición del chavismo a aceptar las demandas de la oposición.

El Espectador
13 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
El oficialismo, antes que cumplir lo acordado, acudió una vez más a su estrategia de que la mejor defensa es un buen ataque. Condenó “de manera enérgica” dicha comunicación, pues “Venezuela no es un protectorado del Vaticano”. / Foto: Efe
El oficialismo, antes que cumplir lo acordado, acudió una vez más a su estrategia de que la mejor defensa es un buen ataque. Condenó “de manera enérgica” dicha comunicación, pues “Venezuela no es un protectorado del Vaticano”. / Foto: Efe

El laberinto en el cual se encuentra inmerso el país vecino no hace más que complejizarse. La mediación del Vaticano y los expresidentes de Unasur fracasó ante el incumplimiento del Gobierno. Además, con una situación económica y social asfixiante, el presidente ordenó recoger los billetes de máxima denominación, los de 100 bolívares —que alcanzan para comprar un caramelo—, argumentando una nueva conspiración desde Colombia. De mal en peor.

Nicolás Maduro, con la oposición lista a marchar hasta el Palacio de Miraflores unas semanas atrás, jugó una carta muy hábil al visitar el Vaticano. Logró que el papa Francisco, a pesar de las recomendaciones de la curia local, aceptara participar en una mesa de diálogo, de la cual sólo sobrevivía el nombre. La Mesa de Unidad Democrática (MUD), que aglutina al movimiento opositor, se vio así forzada a reiniciar las conversaciones sin esperanza en sus resultados. Sus propios dirigentes habían pedido que hubiera presencia del Vaticano para darle garantías al diálogo. La actuación de los tres expresidentes, así como la del secretario general de Unasur, el expresidente Ernesto Samper, había sido un fiasco dada su parcialidad hacia el Gobierno.

La MUD aceptó entonces, con un alto costo político y de popularidad, embarcarse en la nueva aventura. Desistieron de promover la marcha a Miraflores y suspender el juicio político que se le había iniciado a Maduro. Luego de dos reuniones, se llegó a unos acuerdos básicos que preveían el establecimiento de medidas para aliviar la crítica falta de alimentos básicos y medicinas, la liberación de los presos políticos y la definición de un calendario electoral que pusiera fin a la crisis. Sin embargo, y ante la tomada de pelo por parte del Gobierno, el secretario de Estado del Vaticano, monseñor Pietro Parolin, hizo llegar al jefe de Estado una comunicación en la cual expresaba su malestar. Esto, según los conocedores de la Santa Sede, se constituyó en una constancia de parte de la Iglesia sobre cuál lado en la mesa llevaba al naufragio del diálogo.

El oficialismo, antes que cumplir lo acordado, acudió una vez más a su estrategia de que la mejor defensa es un buen ataque. Condenó “de manera enérgica” dicha comunicación, pues “Venezuela no es un protectorado del Vaticano”. Lo cierto es que ahora le tocó el turno a la Santa Sede de darse cuenta de la nula disposición del chavismo a aceptar las demandas de la oposición. En especial, la urgente definición de un calendario electoral, que tendría como primer punto la realización del referendo revocatorio, al cual tanto le teme el oficialismo. Mientras tanto, y con las cartas abiertas sobre la mesa, tanto el secretario general de Unasur como los tres expresidentes mediadores guardan silencio.

Del lado de la MUD, la situación es igualmente compleja. No sólo por su división interna sobre cuál es el mejor camino a seguir, pues cada uno de los cuatro líderes tiene aspiraciones presidenciales. Lo más preocupante para sus dirigentes es que ya perdieron la fuerza de la calle. A pesar de que para hoy se anunció el reinicio del juicio político al presidente, en la Asamblea Nacional, será algo simbólico. Tal vez lo único que vuelva a poner a la gente en la calle, ante el alto nivel de rechazo contra Nicolás Maduro, es el agravamiento cotidiano de la situación económica y social.

El presidente dijo por televisión que hay “mafias especuladoras” que están detrás de un golpe financiero, y que “en Cúcuta y Maicao funciona un centro permanente de ataque al sistema bancario. Hay almacenes enteros de billetes de 100 bolívares en Cartagena y Bucaramanga”. Sin embargo, la inflación calculada para este año será superior al 700 % y la devaluación de la moneda, sólo en noviembre, fue del 59 %. Una vez más, en vez de estar buscando el sombrero río arriba, el Gobierno debería adoptar de inmediato medidas drásticas para salvar al país del despeñadero en el cual se encuentra.

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Por El Espectador

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